
Por periodista: Daniela Martínez
En el corazón de nuestro Campus, entre aulas, laboratorios y proyectos que trascienden fronteras, encontramos a Octavio Rivera, un hombre cuya historia es un ejemplo de perseverancia, agradecimiento y compromiso. Ingeniero agroindustrial y docente de esta misma institución, Octavio no solo enseña conocimientos técnicos, sino que siembra en sus estudiantes algo más profundo: la certeza de que los sueños son alcanzables, incluso en los terrenos más desafiantes.
Cuando habla de su camino, su voz refleja una mezcla de nostalgia y agradecimiento. “Este campus me abrió las puertas; los estudios universitarios no estaban a mi alcance. Aquí encontré mi vocación y descubrí la importancia de la agroindustria, especialmente en una región como la nuestra, tan agrícola”, comenta. Pero lo que lo marcó profundamente fue el apoyo desinteresado de aquellos que creyeron en él en los momentos más oscuros de su vida. “Durante mis estudios, enfrenté retos financieros, familiares y emocionales. Hubo días en que parecía que todo estaba en mi contra. Sin embargo, siempre aparecieron personas que me tendieron la mano. Gracias a ellos, estoy aquí hoy”.
Egresado con la máxima distinción honorífica que otorga la UNAH, Octavio continuó su formación en el extranjero, pero la vida tenía planes para regresarlo a Danlí, al lugar donde todo empezó. Ahora, como docente, encuentra su mayor satisfacción en la academia: “En la vida no solo se trata de generar dinero. La ciencia, en pro de ayudar, tiene un valor que no se puede medir. Lo más gratificante para mí es ver a exalumnos que han alcanzado grandes metas y saber que yo fui parte de eso”.
Para Octavio, el campus no es solo un lugar de trabajo, es un hogar. Sus palabras, llenas de humanidad, revelan su conexión con quienes lo rodean. “Me gusta ser franco, prudente y empático. Disfruto pasar tiempo con mi mamá, ver documentales de historia universal y, por supuesto, con mis gatos. Todo eso me ayuda a diversificar mi conocimiento y a mantenerme humilde”. El legado que aspira a dejar no es uno de grandeza, sino de impacto humano. “Si los dioses me lo permiten, me gustaría retirarme aquí, haber dado todo por la universidad. Salir caminando por el portón, mirar hacia atrás y saber que hice todo lo que pude por el bienestar del centro”.
Con esta campaña, destacamos a Octavio Rivera no solo como un ingeniero o un docente, su historia es un ejemplo de que detrás de cada rostro conocido hay una vida extraordinaria por descubrir. Esta publicación forma parte de la campaña de reconocimiento a nuestros empleados del año 2024 en UNAH Campus El Paraíso, donde celebramos las historias humanas que hacen grande a nuestra institución.








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