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Por: Esdras Díaz Madrid
En una amplia exposición, el historiador Marvin Rivas, docente del Departamento de Historia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), presentó un recorrido detallado sobre la evolución del sufragio en Honduras, desde los primeros intentos federales en el siglo XIX hasta la consolidación del voto universal en 1982. Con su ponencia, titulada "La palabra del pueblo: crónica del sufragio en Honduras", examina cómo la representación ciudadana ha sido regulada, restringida y transformada por casi dos siglos de reformas constitucionales.
Durante su disertación, Rivas recordó que las primeras normativas electorales hondureñas, influenciadas por la Constitución Federal de 1824, limitaban la ciudadanía solo para hombres casados y mayores de 18 años. La primera Constitución de Honduras, redactada en 1825, reprodujo estas restricciones, reflejando un sistema político heredado del período federal centroamericano. Con el avance del siglo XIX, lejos de ampliarse los derechos, las autoridades fueron incrementando los requisitos para ejercer el voto, asociándolos a la edad, la alfabetización, la paternidad y, sobre todo, a la posesión de bienes.
En 1848, bajo el gobierno de Juan Lindo, se estableció que solo podían votar los hombres mayores de 21 años que fueran padres de familia, supieran leer y escribir o contaran con una profesión. El historiador destacó que este modelo reflejaba el acceso desigual a la educación, reservada principalmente para la élite criolla, dejando fuera a la mayoría de la población. La Constitución de 1860 profundizó estas restricciones al prohibir que cualquier hondureño analfabeto fuera considerado ciudadano.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, incluso con la llegada de la Reforma Liberal de 1876, las limitaciones al sufragio persistieron. La Constitución de 1880 mantuvo la exigencia de renta, profesión u oficio para poder votar. Según Rivas, esto reafirmaba que el sufragio era un privilegio exclusivo de las élites, dejando fuera a mujeres, indígenas, analfabetas y pobres, tal como lo señala el historiador Marvin Barahona en sus investigaciones.
Un punto de quiebre lo marcó la Constitución de 1894, conocida como “La Gloriosa”, que introdujo por primera vez el voto secreto, exigiendo censos electorales, papeletas y actas formalizadas. Aunque este cambio buscaba mayor transparencia, Rivas recordó que también generó nuevas formas de manipulación electoral.
El inicio del siglo XX trajo nuevos ajustes, aunque la esencia restrictiva se mantuvo. Las constituciones de 1904, 1921 y 1924 continuaron ligando el voto a la alfabetización, la edad o el matrimonio. No fue sino hasta mediados del siglo que Honduras viviría uno de los cambios más trascendentales de su historia electoral: el sufragio femenino.
Rivas subrayó que el voto de la mujer comenzó a tomar forma en 1955 bajo el gobierno de Julio Lozano Díaz, quien impulsó el reconocimiento formal de este derecho, aunque no había sido electo popularmente. La conquista se consolidó en 1957, durante la administración de Ramón Villeda Morales, permitiendo por primera vez que las hondureñas votaran y pudieran ser electas. “Un hito histórico”, señaló el profesor, pues desde 1825 hasta ese año, la mujer nunca había figurado en las constituciones como ciudadana con plenos derechos.
El historiador también abordó la etapa de los gobiernos militares y las reformas de 1965, donde se mantuvo el voto para hombres y mujeres mayores de 18 años. Sin embargo, fue la Constitución de 1982, aún vigente, la que finalmente consagró el sufragio como un derecho universal, obligatorio, igualitario, directo, libre y secreto. Este documento marcó la transición hacia un nuevo ciclo democrático tras los regímenes militares que habían dominado la vida política nacional.
Rivas concluyó en la referida presentación destacando que la historia del sufragio en Honduras no solo narra cambios legales, sino también luchas sociales profundas, especialmente la de las mujeres, las clases populares y los sectores históricamente excluidos. Recordó que el voto dejó de ser un privilegio de las élites para convertirse en un derecho de todas y todos, y llamó a valorar ese avance acudiendo a las urnas y conociendo la propia historia electoral del país.



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