Entre 1975 y 2016 la prevalencia mundial de obesidad se ha triplicado, según la OMS
La obesidad, a pesar de ser un problema de salud pública, requiere que cada individuo es responsable de su estilo de vida y que los padres cuiden de los menores.

 Por Jessi Melissa Arita, Presencia Universitaria

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren como mínimo 2.8 millones de personas a causa de la obesidad y el sobrepeso. El estilo de vida acelerado, el sedentarismo y las comidas chatarra altas en sales y azúcares han causado en los últimos años un incremento en los índices de obesidad.

Para algunos expertos, la obesidad se ha propuesto como una enfermedad, mientras que para otros es considerada meramente un factor de riesgo. La Organización Mundial de la Salud define la obesidad como el estado anormal o excesivo de almacenamiento de grasa en el organismo que supone un riesgo para la salud.

En los últimos meses, debido a la llegada del COVID-19, los expertos han puesto mucho cuidado en las personas obesas que contraen COVID-19. En ese sentido, la doctora Geovanna Moya, médico y experta en bioética, participó en Café Presencia para ahondar sobre el tema de la obesidad, sus características y complicaciones.

Para Moya, la obesidad se debe tomar como un estado de enfermedad y no como un factor de riesgo; tanto la OMS como la Federación Mundial de Obesidad la definen como una enfermedad crónica y progresiva.

Estadísticas

Es de resaltar que, según un estudio estadístico de la OMS, entre 1975 y 2016 la obesidad se ha triplicado a nivel mundial y más de unos 1,900 millones de adultos de 18 años o más viven con sobrepeso. Del estudio, 650 millones estaban con obesidad, lo que representa el 13% de la población adulta mundial. En 2016 había más de 340 millones de niños y adolescentes (de 5 a 19 años) con sobrepeso u obesidad y 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso o eran obesos.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), distintas encuestas sobre factores de riesgo de enfermedades no transmisibles en Honduras a poblaciones mayores de 20 años muestran que un 34% tiene sobrepeso y 21% algún grado de obesidad. En poblaciones jóvenes entre 13 a 15 años, 18.7% tienen sobrepeso y 5.4% obesidad.

Obesidad y el COVID-19

Una investigación publicada en mayo en la revista científica The Lancet, evidencia que las personas con obesidad desarrollan peores condiciones al contraer COVID-19, por lo que expertos alrededor del mundo recomiendan hoy más que nunca un estilo de vida saludable.

“En The Lancet, que es una de las revistas científicas de mayor impacto, que se brinda información fiable y que está fundamentada con investigaciones científicas, se publicó este estudio que determinaba que la obesidad estaba agravando el pronóstico en las personas jóvenes porque a veces decimos que quienes se están complicando en el coronavirus son los pacientes adultos mayores y no, ahorita no podemos distinguir ni atañer que esta enfermedad se va a agravar en una determinada edad”, explicó Moya.

La experta expresó que ella, al estar en primera línea contra el COVID-19, ha observado cómo pacientes jóvenes, pero que tienen un grado de obesidad, suelen complicarse, especialmente en el estado pulmonar. Estudios han mostrado que el exceso de grasa le brinda al virus facilidad para causar estados proinflamatorios, y esto causa que el organismo del paciente se descompense.

“La grasa corporal interfiere en la absorción de ciertos medicamentos, también para otras enfermedades. Cuando hay daño pulmonar en pacientes con COVID-19 hay que hacer mucha terapia respiratoria, pero la obesidad es algo que dificulta el avance. La obesidad ya está comprobada científicamente que es un factor de riesgo para agravar el pronóstico del coronavirus”, detalló la experta.

Clasificación de la obesidad

Muchas veces el sobrepeso se ve desde un enfoque superficial, estético, cuando este problema conlleva otros elementos como el funcionamiento del organismo. Según el Índice de Masa Corporal (IMC), el intervalo normal de peso debe oscilar entre 18.5 y 24.9, siempre dependiendo de las características fenotípicas de cada persona. Un índice de masa corporal entre 25 y 29.9 indica preobesidad.

“A veces nos confiamos, porque clasificaciones anteriores no lo tomaban como un estado de preobesidad y ahora hay que prestar atención cuando tenemos un par de kilitos arriba y más en esta cuarentena, cuando no hemos hecho mucha actividad física, pasamos comiendo mucho. No hay que tomarlo como algo físico y superficial, hay que darle la relevancia que merece”, explicó la experta.

Un IMC de 30.0 indica obesidad; se considera obesidad clase I de 30.00 a 34.9, clase II de 35.0 a 39.9 y clase III mayor a los 40.0.

Para la experta, la obesidad también ha venido a complicar todas las patologías de base de los adultos y de los jóvenes, por lo que es responsabilidad de cada individuo el cuidarse de la obesidad. Las mujeres, más que los hombres, tienen predisposición a engordar por la composición física que consiste más en grasa en comparación a los hombres que tienen mayor composición de músculo.

Factores predisponentes

Existen ciertos factores que vienen a agravar la obesidad, como los alimentos ultraprocesados altos en grasa y preservantes.

“Los hondureños no tenemos mucha cultura de revisar el contenido nutricional de cada alimento. Yo quiero exhortarlos y motivarlos cada vez que vayamos al supermercado siempre nos fijemos, qué cantidad de grasa, de sal, si tiene preservantes o no, hay que tener mucho cuidado en los alimentos que nosotros estamos consumiendo”, manifestó Moya.

Otro de los factores predisponentes es la inactividad física. La llegada del COVID-19 y las medidas de confinamiento han causado que se cierren gimnasios o no se salga con tanta frecuencia a la calle, por lo que las personas deben buscar la manera de hacer actividad física dentro de la casa.

Como otros factores predisponentes se encuentran los agentes ambientales que incluyen fármacos obesogénicos, toxinas, estrés, infecciones, privación del sueño, factores hormonales y genéticos. Como factores de riesgo destaca el síndrome metabólico, la diabetes mellitus, resistencia a la insulina, la hipertensión arterial, dislipidemia, neumopatías, cáncer, trastornos hormonales, entre otros.

Acciones que tomar

Moya aconsejó a las personas con sobrepeso u obesidad a que busquen ayuda especializada e individualizada, con un nutricionista o médico especializado en nutrición que le proporcione un plan de alimentación. Es importante que las personas opten por la ayuda profesional, dejando atrás la cultura de imitar tratamientos y consejos de amistades o conocidos para bajar de peso.

Las personas deben optar por una buena alimentación, realizar actividad física, disminuir el consumo de alcohol y tabaquismo, respetar el horario de comida, comer menos grasas saturadas, tomar suficiente agua y educarse en el tema.

A la hora de comer se pueden usar las manos para identificar las porciones. En pasta, las porciones deben ser del tamaño de un puño, la porción de carne debe ser equivalente al tamaño de la palma de la mano, una rebanada de pan no debe tener más que la punta de un dedo de mantequilla e incluir una ración que conste de lo que quepa en dos manos juntas de verduras y hortalizas.

“En cuanto a la actividad física hay que hacer todo movimiento que haga trabajar nuestros músculos y que nos haga gastar todas esas calorías que comemos a diario, imagínese como esta nuestro cuerpo y no liberamos esa cantidad tanto de azúcares, de grasa y energía”, expresó.

Asimismo, recomendó caminar dentro de la casa, bailar, y buscar en plataformas como YouTube rutinas de ejercicio. “Empiecen de poco a poco, de diez a quince minutos y así van aumentando después a 30, hasta llegar a 45. Cuando menos lo crean van a tener un hábito de hacer ejercicio”, aconsejó la experta.

Entre los beneficios de realizar actividad física se encuentran: controla el peso y reduce la obesidad, retarda la aparición de posibles complicaciones, controla la ansiedad, depresión y estrés, reduce la posibilidad de enfermar o morir por enfermedades cardiovasculares y controla la presión arterial, disminuye los niveles de azúcar en la sangre (glicemia) y controla los niveles de colesterol y triglicéridos.

Según la OMS, la industria alimentaria puede jugar un rol fundamental a la hora de combatir la obesidad, reduciendo el contenido de grasa, azúcar y sal de los alimentos procesados y limitando la comercialización de alimentos ricos en azúcar, sal y grasas en niños y adolescentes. Asimismo, la industria alimentaria debe garantizar que las opciones saludables y nutritivas estén disponibles para los consumidores.

Si está interesado en escuchar la entrevista con la doctora Geovanna Moya, haga clic en el siguiente enlace https://www.facebook.com/PresenciaUNAH/videos/690824898177299 .

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