Laicidad, Estado y Religión
Lanzamiento de la Cátedra Cultural Franco-Hondureña en el auditorio Alma Máter (3 de noviembre de 2016)

¿Por qué este tema es de relevancia para nosotros? Porque primero nos damos cuenta que hoy en día es un principio cada vez más cuestionado, pensando que nuestra cultura es una cultura que nace del siglo de las ilustración; y segunda preocupación nos damos cuenta que todos tenemos un discurso sobre laicidad, todos; aquí, en Francia, en cualquier país, y eso me recuerda una frase de Hegel, un filósofo alemán que dice que “el problema con las palabras que son muy bien conocidas es que en realidad los contenidos son desconocidos” y entonces esto nos motiva de una vez por todas a ver, pero finalmente ¿de qué estamos hablando cuando evocamos el tema de la laicidad? Y para poder entenderlo no podemos concebir una reflexión sobre laicidad si no lo ponemos en relación con otros dos términos que son el Estado y la religión. O sea, no es por casualidad que esta conferencia toma los tres temas juntos: laicidad, Estado y religión. ¿Por qué? Porque primero, no podemos discutir sobre laicidad si no somos capaces de delimitar las fronteras entre cada uno de esos términos. Segundo, siempre existe el discurso según el cual estos términos en realidad son incompatibles, no pueden ir juntos, donde hay laicidad, no puede haber religión; donde hay religión no puede haber Estado; donde hay Estado no puede haber religión.

¿De qué estamos hablando, entonces? Para poder empezar esta reflexión, quería tomar un ejemplo sencillo, y es que la relación entre estos tres términos desde el punto de vista constitucional en Francia, por ejemplo, son compatibles, y ahí retomo lo que decía el señor embajador “la laicidad en Francia está basada en tres grandes principios”. El primero, la neutralidad de los servicios públicos; el segundo, la República tiene que garantizar tanto la libertad de conciencia como la libertad religiosa. Ahí entonces surge una primera confusión, ¿de qué hablamos cuando hablamos de libertad religiosa? La libertad religiosa recuerden que es la libertad de creer, pero también la libertad de no creer, es a la vez la libertad de dar su consentimiento a una religión como la libertad de elegir la religión que quiero o incluso la libertad de no querer religión. Eso es la libertad religiosa. Y obviamente eso solo es posible si el Estado y las colectividades públicas respetan las creencias sin favorecer ninguna. Entonces, ahí tenemos un punto interesante porque al contrario de lo que mucha gente piensa, la laicidad no es un término anti-religioso. La cuestión aquí es preguntarles si, al contrario, la laicidad no es el fundamento de libertad de culto, sino es gracias a la laicidad garantizada por el Estado que hoy en día podemos vivir en una sociedad donde cada uno tiene la libertad de creer o no creer. Y obviamente de esas libertades religiosas nace entonces lo que se llama la libertad de culto, en el cual se hace la diferencia entre el espacio privado del individuo, el espacio íntimo y el espacio público. Esa libertad de culto es compatible incluso con el espacio público, siempre y cuando no afecte la libertad del otro ni el orden público. Esta primera constatación es solo para mostrarles la razón por la cual hemos decidido pensar los tres términos juntos.

Un segundo punto interesante es ¿por qué hay tanta polémica sobre la laicidad? ¿Por qué esa palabra que es conocida por todos provoca tanta discusión y tanto desacuerdo? Y ahí lo que yo les propongo es retomar algunas expresiones que existen sobre laicidad para que nos demos cuenta de la confusión que generan esas expresiones. Porque como ustedes saben, aquí estamos en una comunidad académica, la utilización y el uso de cada palabra no es fortuito, las palabras tienen su importancia. Entonces, les voy a dar algunos estereotipos que existen sobre laicidad y que nos llevan a confundir la laicidad con el laicismo.

Primer punto, mucha gente piensa que la laicidad es la exclusión de cualquier culto religioso, dicho de otra manera, la laicidad podría ser un sentimiento antirreligioso. Donde hay laicidad, hay una exclusión de la creencia. Eso es imposible. El ser humano no puede vivir sin creencias, la laicidad no está aquí para revocar la creencia, la laicidad está aquí para fundamentar a través del Estado en una sociedad jurídica, cultivar la libertad de pensamiento, que autoriza a cada uno tener la libertad de culto.

La segunda expresión que también es muy importante y que también genera ese tipo de confusión es pensar que laicidad es la expresión de lo que se llama ateísmo. Recuerden que el ateísmo es una forma de creencia, yo no creo en Dios, pero creo en eso. La laicidad no está generando el ateísmo, la laicidad lo que hace es generar la libertad para que uno crea en lo que quiera o que no crea. Entonces, la laicidad no se confunde con ateísmo.

Otro estereotipo, hablamos mucho de laicidad abierta, pero ¿será entonces que existe una laicidad cerrada? ¿Una laicidad cerrada qué es? Entonces no es un recurso a una laicidad sino algo más peligroso que es el laicismo. ¿Qué es el laicismo? Es una corriente de pensamiento que considera que la laicidad se define como principio antirreligioso. No estamos hablando de eso, las personas que evocan laicidad abierta y laicidad cerrada están en realidad confundiendo la laicidad con el laicismo, porque eso también es peligroso. Un Estado que genera como principio el laicismo, ¿qué está haciendo?, ¿está dictando una forma de dictadura?, ¿por qué? Porque se genera entonces el principio según el cual cualquier creencia está prohibida. Eso no es lo que justifica el principio laico; por ejemplo, en la República Francesa el principio laico es constitucional porque es la garantía de poder ofrecer a cada individuo en su esfera privada, la libertad de pensamiento.

Otra expresión muy interesante: la laicidad plural. ¿Qué significa la laicidad plural? Significa entonces que estamos confrontados a ciertas comunidades, a comunitarismo. ¿La laicidad no es una y la misma para todos? ¿No es eso que garantiza que estamos en una sociedad considerada como una cosa pública, como un bien común?, e incluso ni siquiera hablo de otra expresión que también se oye mucho, la nueva laicidad. ¿Por qué la antigua estaba errada? ¿La antigua estaba mal ajustada? ¿Pero que era esa laicidad antigua? ¿No era laicismo? ¿Entonces por qué les formuló estas expresiones? Porque cada una tiene un punto común, que es la terrible confusión entre el principio de laicidad y lo que es el laicismo. Si estas expresiones existen es porque somos incapaces de hacer esa diferencia entre un principio que garantiza la libertad de pensamiento y un principio según el cual cualquier culto está prohibido. Y no estamos hablando de eso.

En este marco entonces lo que hay que tener bien claro es que el fundamento de la laicidad es poder ofertar a todos los hombres, algo que es común y que garantiza el núcleo de cualquier sociedad, que es el respeto del otro y el respeto a las creencias del otro. En este marco es muy interesante la etimología de la palabra laicidad, que viene de un término griego “laos” que es lo que significa la comunidad humana del pueblo. Y la comunidad en el término comunidad tiene dos ideas muy interesantes: la comunidad es lo que es común, lo que es compartido y la comunidad es lo que permite que todos seamos uno. En este caso el principio de laicidad es precisamente el núcleo o el fundamento que permite constituir esa comunidad. Y ahí tenemos otra confusión, que es confundir comunidad con comunitarismos. Los comunitarismos nacen precisamente cuando uno se considera lo que es común, es únicamente lo que yo comparto como creencia con el otro. Lo que implica que si el otro cree otra cosa no va a ser parte de mi comunidad. Entonces, esto implica lo siguiente: cuando reflexionamos sobre laicidad, Estado y religión, en realidad lo que estamos cuestionando es lo siguiente: cómo unir esas diferencias sin excluir ninguna. Dicho de otra manera, qué hace que el Estado sea capaz de crear una verdadera comunidad sin distinción y en la cual los seres humanos se respetan. Dicho de otra manera, cómo es posible entonces reivindicar el derecho a la fe, como decía la señora rectora, sin que ese derecho a la fe se transforme en comunitarismo o en dictadura.

Para poder intentar, digamos aportar algunos elementos de reflexión, la propuesta que tengo es que recurrimos a un gran filósofo de siglo XVII que se llamaba Spinoza. Spinoza es un autor muy leído en Francia porque es considerado como uno de los pensadores que supo fundamentar a nivel filosófico lo que es la libertad de pensamiento. Y lo interesante de recurrir a Spinoza es lo siguiente, y es que nos vamos a dar cuenta lo que es un autor universal. ¿Un autor universal que es? ¿Qué hace la diferencia entre un gran filósofo y un autor cualquiera? Es que un autor universal levanta preguntas que hoy en día son todavía válidas, por eso es un autor clásico. Segundo, la ventaja de traer precisamente a Spinoza es que es uno de los primeros filósofos que es capaz, gracias a su análisis, de hacer la diferencia entre laicidad y laicismo. Pero también de cuestionar lo que es la verdadera fe. Él hace la diferencia, por ejemplo, entre la fe y la credulidad. Son dos cosas distintas. Él hace también la diferencia entre un Estado ilustrado y un Estado caracterizado por el obscurantismo. Entonces, si recurrimos a ese autor es solamente para mostrarles que la cuestión de laicidad no es un problema de hoy, sino que los antepasados ya han cuestionado y traído sobre la mesa elementos que hoy en día nos permiten tener una idea más clara y más ilustrada de lo que tenemos que considerar como libertad de pensamiento.

Entonces, para poder encaminarnos en lo que nos propone Spinoza vamos a empezar por algo que es muy interesante en la obra de Spinoza, es la manera cómo él explica el nacimiento de la religión. Ese nacimiento es muy interesante por dos razones: primero, porque vamos a ver que Spinoza no critica el fenómeno religioso, Spinoza considera que el hombre no puede vivir sin creencia, pero él nos muestra también cómo en un momento, dado que esa creencia es mal dominada o mal orientada, se transforma en superstición y fanatismo y es ahí cuando tenemos problemas entre laicidad, Estado y religión. En la obra maestra de Spinoza hay un artículo muy importante que se llama “Ética”, en el libro 3 en la proposición 6, el cual es el siguiente: “Cada cosa según su potencia de ser se esfuerza de perseverar en su propio ser”. Bueno, uno lee esto y no entiende absolutamente nada, pero cuando uno intenta explicarlo, en realidad es muy sencillo. ¿Qué nos está diciendo Spinoza? Nos está diciendo tres cosas: la primera, un individuo natural durante toda su vida lo único que intenta ser es sí mismo. Uno es feliz cuando es capaz de expresar lo que es. El problema es que uno no nace con el conocimiento de lo que uno es y es ahí donde nace el fenómeno religioso, porque el hombre nace en esa contradicción terrible que es “él no puede vivir sin poder tener una explicación del universo”. Y al mismo tiempo cuando nace no tiene el conocimiento, ¿entonces qué hace? Pues se crea ese conocimiento. ¿Cómo nace el fenómeno religioso? El individuo empieza entonces diciendo “si yo estoy aquí en el universo, eso debe tener una razón. ¿Y cuál es la razón que él encuentra? Es sencillo, todo el universo existe en función del hombre. ¿Por qué existe el sol?, para que yo vea; ¿por qué existen, por ejemplo, los animales?, para que yo los pueda consumir. Entonces en un momento dado el hombre dice: “¿pero por qué soy yo el centro del universo?” Dice: “¡ah! ya sé”, porque hay dioses en el universo que decidieron crearme. Y ahí la preocupación sigue. ¿Por qué los dioses tienen la preocupación de crear al hombre? Entonces, la explicación que tiene el hombre es la siguiente: si Dios creó al hombre, creó el universo en función del hombre es porque Dios lo que está buscando es que yo, para agradecerle, le haga un culto. Entonces tengo que pasar mi vida haciendo un culto a Dios.

¿Qué es interesante aquí? Spinoza no está criticando la religión. Spinoza muestra cómo el ser humano necesita inventarse o crearse una creencia para que su vida tenga un sentido. Lo que él nos está mostrando aquí es cómo, en verdad, el hombre lo que está haciendo es crear Dios a imagen de su hombre como si Dios fuera un ser interesado. Yo solo te voy a crear si eres capaz de darme culto a mi persona durante toda tu existencia. ¿Entonces ahí que nace? Nace lo que se llama para Spinoza el fenómeno religioso.

Hasta ahí eso no levanta ningún problema, el problema nace cuando esa creencia se transforma en superstición. ¿Y cómo explica Spinoza esa transformación? Lo explica de la siguiente manera, en un momento dado entonces el hombre empieza a dar un culto a Dios y no entiende por qué, por ejemplo, sigue sufriendo. Estaba esperando digamos que algo bueno le pase en su vida y le pasó lo contrario. Entonces, en vez el hombre de responsabilizarse y darse cuenta “yo tal vez no hice las cosas como debían ser”, empieza a decir “ya encontré la solución, ya sea porque las cosas no me salieron bien, porque el culto que hice a Dios no estaba correcto, no recé suficiente,”. Entonces empieza a transformar otro tipo de cultos y ahí nace el problema porque el hombre en esa ignorancia empieza a creer que Dios solo le habla a él. Y ahí aparece el primer fenómeno de superstición que es haciendo todos los días lo mismo para que de cierta manera solicitar a Dios para que las cosas le salgan como él quiere. Y el problema nace del contexto siguiente: el hombre vive con otros hombres y otras comunidades. Entonces, cuando aparece otra comunidad con otra creencia, en vez que el hombre se diga tal vez mi manera de concebir la religión esta errada, lo que él piensa es que el otro se transforma en enemigo porque Dios no puede hablar de manera tan próxima con dos personas a la vez. Entonces considera el otro como su enemigo porque no comparte su propia creencia. Ahí nace la intolerancia y fanatismo. O yo te convierto en mis propias creencias o entonces eres mi enemigo.

Por qué les hago esta pequeña descripción, porque Spinoza quiere mostrar en este punto que el problema de la religión no es creer en Dios o este Dios o en otro, o no creer, el problema religioso es cuando el hombre confunde la verdadera fe con la credulidad. ¿Qué es la verdadera fe para Spinoza? Es cuando uno lleva un ejercicio espiritual fundamentado sobre dos principios universales: la injusticia y la caridad. Entonces, Spinoza muestra que cualquier servicio religioso fundamentado sobre estos dos principios no puede generar ningún fanatismo, ninguna superstición. En cuanto a la credulidad, es cuando un hombre piensa que a través de la creencia, él está deteniendo la verdad. Y ahí retomo una expresión que usted utilizó, señora rectora, que es completamente espinosista, que es la gran confusión entre la ciencia y la fe. El problema nace a partir del momento donde el creyente considera que su propia creencia, en vez de ser un sistema de normas morales que le permite a él distinguir lo bueno del mal. Considera que en realidad ese sistema de creencia está fundamentado entre lo verdadero y lo falso. Y ahí entonces nace la gran confusión entre ciencia y fe. Es esa confusión que genera dos tipos de fanatismos. Uno, considerar que el otro que no tiene la misma creencia que yo es mi enemigo. Dos, considerar que los textos sagrados en vez de ser textos indicativos con normas, con valores, son textos científicos que consideran lo que es verdad y lo que es falso.

Lo que lleva entonces a considerar la letra, que todo lo que está escrito en textos religiosos es absolutamente la verdad. Sin darse cuenta que detrás de ese texto no es la verdad que está en juego, es el valor, la dignidad de un ser humano. De ahí nace entonces lo que dice Spinoza en un libro que se llama “Tratado teológico político”, en el capítulo 14, donde dice: “La fe, estamos hablando de la verdadera fe, reconoce a cada uno la mayor libertad de filosofar de manera que cada uno pueda pensar lo que él quiera sobre cualquier cosa”. Eso es posible cuando uno entendió lo que es el fenómeno religioso. Eso es posible cuando el ser humano hace la diferencia entre credulidad y fe. Porque la credulidad es una experiencia exterior al fenómeno religioso, es por ejemplo la persona que todos los días reza, que todos los días va a la misa, pero que en el día a día no hace ningún caso de los valores morales que están en los textos religiosos. Entonces, cuando consideramos este contexto nace el problema que hemos levantado hoy, que es cómo genera eso un problema entre laicidad, Estado y religión.

Y ahí entonces lo que nos va a mostrar Spinoza es que si el Estado no es capaz de asegurar el respeto de cada uno a tener sus propias creencias, ese Estado no solamente es pervertido por el religioso, sino que se transforma en una dictadura. Y la dictadura se puede ver de dos maneras: un Estado es de igual manera, una dictadura cuando impide cualquier creencia o que impone una sola creencia excluyendo todas las otras, como cuando un Estado decide hacer de una religión una verdad absoluta. ¿Cómo explica esto Spinoza? Miren lo que Spinoza dice en el “Tratado teológico-político”, capítulo 19: “El culto de la religión y el ejercicio de la piedad tienen que concordar con la paz y el interés de la República. El problema es que aquí podemos estar confrontados a dos tipos de derivas. El primero es como Spinoza, ya en el siglo XVII, nos muestra las consecuencias de una situación social vulnerable sobre el nacimiento de la superstición del fanatismo. Spinoza dice que cuando nace un problema entre Estado, religión y laicidad hay dos contextos. El primero es cuando el gobierno no sabe gobernar, cuando, por ejemplo, el soberano en vez de instaurar una justicia social, en vez de instaurar un bien común, una cosa común, lo que utiliza es el Estado para servir sus propios intereses. Entonces qué nace ahí, nace desigualdad, injusticia social e inequidad frente al derecho. Entonces la gente, que en este contexto es vulnerable, ¿qué hace? Esa gente vulnerable entonces es gente supersticiosa, gente fanática, porque intenta arrimarse a otro tipo de discurso que no ofrece el Estado. Segundo tipo de deriva, es cuando el Estado decide, para afirmar su poder, servirse del fenómeno religioso, quiere decir aquí de las instituciones religiosas. Spinoza explicó eso de manera estupenda, miren lo que él dice: “Cuando un soberano o un Estado, para asentar su poder, recurre a las instituciones religiosas, entonces empieza a deberle favores”. Y el problema de deber favor a alguien es que usted en ese caso está dando un poder a una institución que no tiene como competencia de asumir el poder y entonces eso genera un problema muy grave porque usted entonces está creando un contexto en el cual usted hace nacer un estado dentro del Estado.

Entonces, claro, las instituciones religiosas empiezan a tener poder, empiezan a asumir el papel del estado que el estado es incapaz de asumir y claro, como la naturaleza humana está hecha de tal manera que cada uno con más poder requiere todavía más poder, entonces empieza cada uno a decir “yo entonces lo que voy a hacer, ya que tengo poder, tengo para crear o fundamentar mi poder, tengo que captar nuevos fieles. Entonces empieza a crear nuevas doctrinas. Pero como la otra institución religiosa también está en el miso rollo que yo, que es adquirir poder, entonces empiezan a nacer doctrinas religiosas completamente distintas que están buscando lo mismo, que es adquirir el poder que el Estado está abandonando y ahí nace entonces lo que se llama la guerra de las religiones. La guerra de las religiones, si usted toma la expresión, es una contradicción en los términos. Recuerden la etimología de religión, es muy interesante porque tiene dos sentidos: en latín, religión significa estar relacionado con algo que le supera, y dos, ser capaz de relacionar los seres humanos entre ellos, creando una comunidad. Y aquí con ese tipo de deriva no creamos comunidad, lo que estamos creando es comunitarismos. En este caso, qué opción nos propone Spinoza y por qué Spinoza considera que el Estado tiene que ser el garante absoluto de la libertad de pensar. En este caso porque Spinoza considera que solo un Estado basado bajo el principio de laicidad garantiza la libertad de culto. Dándonos así cuenta que no hay incompatibilidad entre laicidad, Estado y religión. Lo que dice entonces Spinoza es lo siguiente: Primero, siempre hay que recordar que la religión y el conocimiento son dos cosas distintas, con dos funciones distintas. La ciencia tiene como papel, permitir al individuo adquirir una autonomía gracias al conocimiento. La fe tiene como papel dar valores al individuo que le permiten aproximarse al otro. Entonces, cuando los dos campos se confunden, ahí nacen los fanatismos. Segundo, si el Estado quiere respetar cualesquiera que sean las religiones, entonces no es el Estado que tiene que dictar las leyes de la práctica religiosa. El único papel del Estado es asegurar una sociedad en la cual cualquier práctica religiosa es aceptable siempre y cuando es compatible con la libertad del otro y con el orden público. Tercero, hay, de una vez por todas, que parar la idea según la cual el soberano es un ser sacralizado, no es soberano, es un ser humano que tiene como papel asumir la dirección de un Estado. Y eso es importante porque entonces uno empieza a ser la diferencia entre un Estado que tiene como papel garantizar la libertad de pensamiento y las instituciones religiosas que tienen como papel, tal vez, crear comunidades en la cual los seres humanos son capaces de hacer la expresión o experiencia de la verdadera fe, no de la credulidad. Y en este marco, lo que dice Spinoza es lo siguiente: “las instituciones religiosas no pueden entrar en competencia con el Estado”. El Estado tiene como función no solamente reivindicar lo que tiene que ser religioso y lo que no puede ser aceptado como religioso, sino que no debe asumir el papel de reemplazar las instituciones para definir lo que se tiene que definir como práctica religiosa. El Estado tiene únicamente como papel crear lo que es el bien común, y eso es muy importante porque ese bien común solo puede existir si usted integra como principio del Estado, el principio de laicidad.

Entonces nos damos cuenta cómo, gracias a un autor como Spinoza, muchas polémicas sobre laicidad existen porque confundimos todo eso, porque no somos capaces de recordar reflexiones que fueron escritas por un pensador hace 300 años. No es un problema de hoy. Esto tiene otra consecuencia ¿Qué hacemos con los textos que son sagrados? ¿Qué hacemos con los textos religiosos? Spinoza ahí también es muy pertinente porque él dice lo siguiente: “Ahí también hay un peligro, cuando consideramos el texto religioso como un texto que define lo que es la verdad y lo que es el error, o lo que es falso”. Spinoza dice que tenemos que parar de una vez por todas de confundir la ciencia con la fe. Y para poder precisamente garantizar el verdadero sentido de los textos religiosos, lo que hizo Spinoza es crear, hace 300 años, una ciencia de interpretación de los textos religiosos. Una ciencia según la cual un ser humano cuando lee un texto religioso es capaz de ir más allá de las metáforas, más allá de las parábolas, para entender el sentido que tienen esos textos que muchas veces tienen que ser leídos fuera de la sencilla letra de los textos.

Entonces, qué dice Spinoza sobre eso: “Hay que recordar que las palabras fueron inventadas de manera arbitraria”. Cuando uno utiliza una palabra yo puedo unir esa palabra con muchas ideas distintas y él toma como ejemplo la palabra de Dios. ¿Qué significa la palabra de Dios? Puede significar varias cosas. O significa, por ejemplo, un decreto de Dios, una instrucción divina o es simplemente una metáfora. La palabra de Dios es como si fuera el destino o como si fuera de cierta manera la naturaleza que habla o la naturaleza que define las cosas, o puede ser también una manera de legitimar lo que uno está diciendo. Entonces por qué Spinoza toma este ejemplo para mostrarnos que no podemos olvidar, cuando leemos un texto

religioso, que las palabras tienen varios sentidos. Entonces si queremos entender lo que es un texto religioso y evitar de hacer de un texto religioso una religión de Estado o hacer de un texto religioso un discurso de un Estado, tenemos que crear una ciencia de interpretación de los textos que permita al lector ejercer su libertad de pensamiento. Y él es uno de los primeros que dice que si uno quiere entender lo que está detrás de los textos religiosos, entonces tiene que hacer tres cosas: 

Uno, hacer un trabajo filológico sobre los textos. Un trabajo filológico es entender en qué contexto histórico esos textos fueron escritos, y no tener una lectura sobre los textos a partir de mi propia cultura o a partir de mi propia visión del mundo. Segundo, hay que entender el espíritu del pueblo o el espíritu del idioma que están en esos textos. Textos que fueron escritos hace 2,000 años en una cierta dimensión histórica están relacionados con un contexto muy peculiar. ¿Cómo podemos pretender que esos textos estén fundamentados como ciencia? Y tercer elemento, nunca olvidar que esos textos, para que tengan su verdadero sentido, tienen que ser leídos no para adoctrinar al individuo, sino para permitirle una vez más ejercer su pensamiento.

Si retomamos todos esos elementos, ¿qué podemos concluir? Podemos concluir que es verdad la incompatibilidad entre los tres términos: laicidad, Estado y religión. Primero, nace en realidad de una ignorancia de la relación de estos tres términos, y muchas veces de una ignorancia de lo que estamos hablando. Segundo, no hay que confundir lo político con lo religioso. Solo una política sin Dios permite a los individuos creer en lo que quieren. Y tercero, si estos tres términos son compatibles es porque cada uno sabe la frontera que lo separa de los otros. Ya retomamos lo que yo decía al principio, si la laicidad no es un laicismo es precisamente porque al contrario de lo que mucha gente piensa, la laicidad no es un principio antirreligioso o un principio que se opone a la creencia. Al contrario, la laicidad es lo que permite al individuo proteger sus creencias, de respetar las creencias de los otros y, de cierta manera, hacer de los individuos seres humanos mucho más tolerantes.

Conferencia: Laicidad, Estado y Religión
Impartida por el Director del Instituto Francés de América Central, Adelino Braz
Lanzamiento de la Cátedra Cultural Franco-Hondureña
Auditorio Alma Máter, Ciudad Universitaria, UNAH
Jueves 3 de noviembre de 2016