Urbanimales: luz de nueva especie

Christopher Alexandré afirma que es más fácil construir ciudades que vida urbana, y de ahí, que la mirada de Samuel Erazo en esta muestra, se dirija -por sobretodo- a los deshechos acumulados de esta vida urbana ausente dentro del horror vacuii de Tegucigalpa.

La organicidad, tan vital entre habitante y ciudad, adquiere en cada fotografía de Urbanimales, la especificación forense de órganos expuestos, un inventario de las patologías visuales a la que se enfrenta una ciudadanía inerte, sobrepasada o simplemente excluida de la idea de un espacio público. La atrocidad de semejante despojo se lee aquí desde la laberíntica escritura de una luz enferma que, haciendo uso de la interpretación digital mixta, hace emerger la pátina sangrienta de la violencia “que se respira” día a día.

A contravía de la idea funcional de la postal turística, Samuel Erazo va en busca de otra luz más allá del resplandor cívico, a contraluz de la promoción constante para las celebradas inversiones infraestructurales. Todo lucha en sus imágenes, cada espacio es disputado con fiereza y el aquelarre supera la lírica ideal que Lefevbre pensaba para toda ciudad humana: el uso de la ciudad es la fiesta. No hay algo parecido a una fiesta en el abordaje que Samuel Erazo realiza en su fotografía, a menos que esta fiesta haya adquirido el frenesí bizarro de lo orgánico en descomposición generalizada.

Asistimos, entonces, a un golpe visual simultáneo donde la imagen captada en una corresponsalía íntima e incisiva, implosiona en cada mirada que intentamos dar y donde, paradójicamente, la modernidad anunciada vino a significar la destrucción espacial y anímica de una sociedad que no alcanzó su etapa pre industrial pero que, dentro del portento mediático, consume el deshecho de las lejanas industrias globales.

 

Fabricio Estrada.