DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
Augusto Serrano López
1. Comencemos por señalar que hablamos de investigación científica, esto es, que la hacemos desde alguna de las disciplinas científicas de que goza la humanidad, con las herramientas teóricas, lenguajes técnicos y metodologías de que estas disciplinas se han provisto a través de los años.
Pero tampoco olvidemos que hablamos de investigar, no de repetir experiencias por muy científicas que sean, como cuando se está transmitiendo una ciencia en las aulas de la universidad donde no se investiga, sino que se transmite y se enseña lo que ya se sabe. Porque investigar es, en palabras de Gastón Bachelard, “caminar por las fronteras del saber y de la experiencia”. Nada menos que eso: tratar de ir más allá de lo que ya se sabe y hacerlo desde dentro de una ciencia particular concreta que, por supuesto, se ha de conocer bien, pues se debe saber hasta dónde en su trayectoria ha llegado dicha ciencia, qué fronteras aún desconoce, qué temas y problemas la están, por así decir, desafiando y, en fin, cuál es el derrotero de esa ciencia.
Lo que nos lleva a una primera tesis: es fundamental conocer la historia de la ciencia desde la que investigamos.
Toda ciencia es histórica, es decir, ha nacido en algún tiempo determinado, después de que experiencias previas de la vida ordinaria y de las técnicas artesanales hayan roturado, a veces por largo tiempo, un campo preciso hasta llevarlo a un grado de madurez que permitía circunscribir científicamente una categoría determinada sobre temas y experiencias particulares. Es lo que Gustavo Bueno llama el “cierre categorial” en que cada ciencia se interesa, se instala a partir de una época determinada y donde va a desplegar su potencial.
La historia de las ciencias, de cada ciencia particular (porque toda ciencia es saber particular) se ha podido reconstruir con ayuda de la Historiografía y se ha constatado cómo cada una de ellas ha despertado a partir de prácticas anteriores aún no científicas, pero determinantes, porque roturaron un campo donde más tarde se “encendía” ese saber como ciencia. Pero, además, cada una de esas ciencias que hoy conocemos y de las que nos servimos, son formas de trabajo riguroso que siguen creciendo en la medida en que se ven enfrentadas a nuevos fenómenos y nuevos problemas para los que no tienen aún respuesta. Son ámbitos de trabajo teórico y práctico en marcha, tanto porque nuestros poderes como seres humanos son limitados, cuanto porque la riqueza del mundo es tan compleja y genera tantas emergencias que resulta inagotable.
Por tanto, la investigación científica no es de simple indagación de lo que no se sabe, que eso lo estamos haciendo día tras día en nuestra experiencia ordinaria. Es nada menos, que caminar por las fronteras del saber científico y de la experiencia científica, de donde, por lo dicho anteriormente, el investigador científico ha de conocer bien la historia de su propia disciplina y saber cuáles son sus alcances y sus límites, qué puede esperar de la Física, de la Sociología, de la Psicología, de la Economía, de la Ingeniería, de la Medicina, etc. y ante cuáles desafíos se ven en estos tiempos esas disciplinas, porque es así como el investigador científico puede involucrarse con sentido en una labor que, a veces, trae ya cientos o miles de años de andadura. Porque eso tiene la ciencia y las investigaciones que en ella se hacen: que unos conocimientos se apoyan sobre otros y que rara vez, si es que existe algún caso, un “descubrimiento” científico se ha producido sin antecedentes y sin herencias determinadas. Incluso los grandes avances se producen dentro de casa, en la familia científica que, a veces, cubre muchas generaciones.
Para esto, podemos poner como ejemplo la solución que no hace mucho se hizo del Teorema de Fermat en matemáticas. Reto que se tenía en esa familia de matemáticos desde el año 1637 y que vino a resolver, después de muchos anteriores intentos fallidos, el joven inglés Andrew Wiles el año 1994: “Nos llena de admiración el proceso por el que Andrew Wiles logró demostrar el Teorema de Fermat, proceso que nos permite entender cómo unas ideas fecundan otras ideas y cómo las ideas promueven acciones y trazan caminos. Fermat quizás ni llegó a demostrarlo, pero, si no lo hizo –y eso solo lo podemos saber ahora que sabemos que efectivamente tiene demostración-, indudablemente hubo de tener una intuición o sospecha genial, para alumbrar tan monumental problema. Y hasta pensamos que pudo no haberlo resuelto, si nos atenemos a la forma en que se encontró su solución: fueron necesarias las aportaciones (todas ellas parciales) de numerosos matemáticos posteriores a Fermat (Leibniz, Euler, Newton, Lamé, Galois, Gödel, Turing, Frege, Russell, Whitehead, Hilbert, Kummer, Wolfskehl, Coates, Taniyama, Shimura, Katz, Taylor, Ribet, etc.) para construir esa escalera que llevó al joven inglés a la cima de la demostración. Un proceso vivo, una memoria viva que permite ver lo que el pasado de verdad es: presente concentrado que hace aparecer el resultado de Wiles como la acumulación de saber e ingenio aportado por toda una memoria viva del planeta Tierra”.[1]
2. Investigar en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras
Lo que vamos a decir ahora, por lo visto valdría igualmente para la Universidad de San Carlos de Guatemala y de otras universidades que, como la de Honduras, estén ancladas explícitamente en sus respectivas Constituciones políticas de la manera en la que está la UNAH en el Art. 160:
“La Universidad Nacional Autónoma de Honduras es una Institución Autónoma del Estado, con personalidad jurídica, goza de la exclusividad de organizar, dirigir y desarrollar la educación superior y profesional. Contribuirá a la investigación científica, humanística y tecnológica, a la difusión general de la cultura y al estudio de los problemas nacionales. Deberá programar su participación en la transformación de la sociedad hondureña”.
Esto nos permite diferenciar, al menos, tres tipos de investigación científica en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras que, aunque basados en los mismos principios científicos, tienen sentidos y orientaciones diferentes:
-la investigación que se realiza en la elaboración de una tesis de
licenciatura, maestría o doctoral que en una universidad debería ser de tema libre y universal, con tal de que, en ese trabajo de tesis, el investigador muestre su madurez científica y académica y no se vea constreñido a tratar temas exclusivamente hondureños, porque no es ese el lugar desde el que satisfacer el mandato constitucional de “programar la participación en la transformación de la sociedad hondureña”, sino en la del individuo concreto que ha realizado esa tesis;
-la investigación que privadamente puede hacer cualquier académico,
porque es consciente de que ha de formarse continuamente y así poder
mejorar su actividad docente, actividad personal que la UNAH deberá evaluar en base a la correspondiente publicación de sus resultados, etc.; y
-la investigación que como institución ha de realizar la Universidad Nacional Autónoma de Honduras por mandato constitucional o “estudio de los problemas nacionales” con que “deberá programar su participación en la transformación de la sociedad hondureña”. Tipo de investigación que conlleva tres exigencias: a) que sea institucional, esto es, que sea fruto de una investigación programada y regulada en la que de forma interdisciplinar participa toda la universidad de acuerdo a sus recursos y a sus posibilidades científicas; b) que vaya encaminada, ahora sí, al estudio de los problemas nacionales y c) que sea una investigación programada con el gobierno de turno y con las fuerzas sociales, compromiso que públicamente asume la UNAH con el país como una de sus tareas ordinarias. Tarea esta que es legitimadora, tanto de su exclusividad de organizar, dirigir y desarrollar la educación superior y profesional, como del presupuesto que la Constitución le garantiza.
3. Aclarados estos tres tipos de investigación, veamos ahora qué entendemos por investigación científica.
Comencemos por advertir que la investigación científica es una forma de relación muy mediada entre la sociedad y el mundo que la rodea. No es relación directa entre el investigador y lo que investiga, no se reduce, por tanto, a una relación simple sujeto-objeto. Se realiza, si es científica, desde el interior de un campo científico concreto y desde una teoría científica concreta, porque, sin teoría científica orientadora no hay investigación científica. Es un trabajo muy indirecto y mediatizado en el que, como le decía Einstein al joven Heisenberg, es la teoría la que orienta y la que le dice al investigador qué y cuáles fenómenos observar y ponderar.
Pero las ciencias modernas nos han enseñado que el investigador científico se las ha de ver con realidades que de sencillas nada tienen, porque todo lo que investigue, si es real (si no es ficticio), es complejo, esto es, que ahí, en eso que investiga se producen emergencias, novedades imprevistas y no deducibles de sus antecedentes y, por si fuera poco, no hay propiamente hablando fenómenos previos al momento de la investigación, porque el fenómeno a investigar se produce en el momento de la investigación. De donde la complejidad se eleva notablemente y hace que investigar científicamente no sea tarea simple, sino de suma complejidad y dificultad.
Pero se puede investigar científicamente, porque las ciencias nos proveen de mediaciones, técnicas ingeniosas, metodologías capaces de superar las dificultades que vayan saliendo por el camino, aunque, en muchos casos, el investigador tendrá que hacer de tripas corazón y aventurarse por caminos aún no recorridos por nadie y sin garantía de éxito. Ahí radica la aventura de la investigación científica: que es trabajo fronterizo, arriesgado, pero sugerente de ideas nuevas y nuevos caminos, por lo que hablar del “método científico”, como vemos en algunos manuales, a modo de receta de cocina que lleva al éxito, es un despropósito y una simpleza.
Ya desde el siglo XIX nos advirtieron (Hegel y Marx entre otros) que distinguiéramos entre el momento o método de investigación y el momento o método de exposición. Que el llamado método de investigación es todo menos un camino real con sus senderos bien trazados y sus respuestas a todo, porque no hay cosa menos reglada y menos previsible que un proceso de investigación científica. Pero acabada la investigación, el investigador ordena los pasos dados y lo presenta todo según pasos de antes y después, como si se hubiese sabido todo desde los inicios. Es el momento de la exposición donde el investigador no presenta su trabajo tal como le fue en él, sino como resultado claro para que lo entiendan. Ahí no suele contar los momentos de desorientación, de despiste, de dudas y desaliento en que se vio por momentos envuelto ni los arreglos no muy científicos que tuvo que hacer para llegar a sus resultados. No olvidemos que, por la historia de las ciencias, sabemos cómo de errores determinados se llegó a resultados muy buenos. Errores felices, decimos hoy, algunos de Galileo o de Kepler o de Newton que permitieron proseguir las investigaciones y traernos a los resultados de hoy.
Esta es la razón por la que podemos afirmar con Henri Poincaré[2] desde la epistemología que toda proposición científica es hipotética. Que es el grado de saber científico alcanzado hasta el momento y expuesto a nuevos saberes que o lo dejarán válido para otros menesteres menos pretenciosos y generales o lo invalidarán definitivamente. Por eso en varias disciplinas algunas tesis, por ejemplo, de doctorado buscan validar ciertas proposiciones científicas, agregar nuevos elementos a lo que otros han formulado y hasta probado, o invalidarlas.
Sin tener que llegar al escepticismo radical contra el método científico como el de Paul Feyerabend,[3] diremos que el verdadero método científico es el que el investigador se va construyendo para su trabajo en base al estudio de la trayectoria de la historia de las ciencias, de los trabajos y peripecias de ilustres científicos y de las prácticas y tecnologías desplegadas a través de los diferentes paradigmas científicos que se han dado en cada época.[4] Por eso decíamos que solo se puede investigar científicamente desde dentro de una disciplina científica que se conoce por dentro, incluyendo su historia, con sus alcances y sus límites, que nos provea de esos saberes, de esas dudas y de sus posibles soluciones. ¿Cómo se va a poder investigar dentro de una ciencia, esto es, querer ir más allá de lo que ya se sabe, si se desconocen las fronteras a que ha llegado esa ciencia?
Es curioso, podrá decir alguien, que se estén diciendo estas cosas sobre la investigación científica desde la Filosofía, esto es, no científicamente, porque la filosofía no es una ciencia.
Pero es desde ahí, desde dónde poder hablar con rigor sobre la ciencia y no desde la ciencia. ¿Por qué esta exclusividad? ¿Por qué el tratado de la ciencia, esto es, la epistemología, es el discurso apropiado para hablar académicamente sobre la ciencia? Epistemología, del griego episteme y logos, tratado de la ciencia, disciplina eminentemente filosófica que nos habla críticamente de la ciencia, esto es, mostrando su alcance y sus límites, que eso es criticar de verdad. Lenguaje filosófico el de la crítica que significa, en este caso desde la epistemología, poner a las ciencias en el banquillo de los acusados y pedirles cuentas, para saber lo que dan de sí y lo que de ellas podemos esperar.
A principios del siglo XX se habló de crisis de las ciencias, ante todo, de crisis en las ciencias matemáticas, porque se hicieron trabajos que descubrían contradicciones internas en sus lenguajes técnicos y en sus proposiciones. Aquellas discusiones y aquellos temas y problemas se creyeron solventar diferenciando entre lenguajes y lenguajes. Esto es, entre el lenguaje-objeto de una ciencia (su lenguaje técnico propio) y el lenguaje desde el que se hablaba de esa ciencia que, para no incurrir en contradicciones, debería ser exterior al lenguaje–objeto y, por eso, lenguaje de segundo grado que habla del lenguaje-objeto o metalenguaje.
Por así decir: la matemática no puede hablar de sí misma, como disciplina, matemáticamente ni la física decir físicamente, esto es con su lenguaje-objeto, lo que como disciplina científica nos está aportando sobre el mundo físico. Como ejemplo, estos tres niveles de lenguaje:
Nivel de grado 0: f= ma
Nivel de grado 1; f=ma es la segunda ley de Newton
Nivel de grado 2: f=ma no es una ley, sino una definición operacional
de fuerza (Ph. Frank).
Los niveles 1 y 2 son metalenguajes de 0 y de 1 porque 1 se refiere a 0 y 2 se refiere a 1. Está claro que los niveles de lenguaje 1 y 2 no son el lenguaje-objeto de la física, sino metalenguajes epistemológicos que pretenden explicar el significado científico de esa fórmula física, f=ma, que no puede hablar de sí misma con su propio lenguaje-objeto.
4. Ya sabemos que todo nuestro discurso es epistemológico, esto es, filosófico, no científico. Pero también sabemos que toda ciencia es ciencia particular y deberíamos saber que el lenguaje científico, a pesar de ser siempre hipotético, es el más fiable de todos los discursos que hay sobre nuestro mundo. Es el conocimiento con más avales y pruebas de que disponemos. Mientras que el lenguaje epistemológico con que hablamos de las ciencias es lenguaje de tercer orden, que no por eso deja de ser fiable, pero es que resulta que, como diría Hegel, la filosofía es como el ave de Minerva, que levanta el vuelo al atardecer, esto es, cuando las ciencias ya han roturado el mundo y dejan ahí disponible lo que de él hemos hecho y estamos haciendo. De modo que las ciencias, discurso de segundo grado, ya que el discurso de primer grado es el discurso del sentido común y de la experiencia ordinaria (sin el que no habría ni ciencia ni filosofía), han tenido que ir construyendo de mil maneras esa forma de trabajo mediatizado, que no se fía de sí mismo, porque se va poniendo exigencias y controles por todo el camino y lo ha conseguido (de ello nos habla la historia de las ciencias) elevándose de la experiencia ordinaria y tratando de responder a la pregunta leibniciana: ¿Por qué son las cosas así y no de otra manera?[5] Porque los fenómenos no traen escrito en la frente lo que son (Marx dixit), que, si lo trajeran, saldrían sobrando todas las ciencias.
La historia de la andadura humana es la historia inagotable de las preguntas, buscando respuestas que den seguridad y sentido a la vida humana. ¿Por qué son las cosas así y no de otra manera?, se pregunta Leibniz desde la Filosofía, esa disciplina desde la que ponderar las preguntas y las respuestas de la experiencia ordinaria y las preguntas y las respuestas de las ciencias. ¿Por qué no todos los seres vivos superviven a cambios climáticos radicales, se pregunta Ch. Darwin? ¿Por qué las diferencias en las culturas humanas pregunta G. Childe? ¿Por qué la competencia lingüística de un analfabeto puede ser la misma que la de un académico se pregunta N. Chomsky? ¿Cuál es la ley que preside el movimiento de la economía moderna se pregunta C. Marx? Cada pregunta resulta rompedora y, en casos conocidos, ha encendido nada menos que alguna ciencia particular. Preguntas como las de Arquímedes, Herón, G. Galilei, I. Newton o A. Einstein que dieron lugar a la Ciencia Física. Cuestiones acerca de la vida como las de G. W. Leibniz, Ch. Darwin, G. J. Mendel que generaron la Biología. Interrogantes desde Aristóteles, Bernardino de Sahagún, G. Childe, M. Harris o C. L. Strauss sobre la naturaleza humana dando nacimiento a la Antropología. Preguntas como las de L. Hervás y Panduro, W. Humboldt, R. Jacobson, N. S. Trubetzkoy, F. Saussure o N. Chomsky sobre el lenguaje humano para alumbrar la Lingüística. Y la búsqueda de razones económicas por Tomás de Mercado, Cellorigo, W. Petty, Quesnay, A. Smith, D. Ricardo, C. Marx y J. M. Keynes con la puesta en marcha de la Ciencia Económica.
Si las ciencias procuran resolver la relación contradictoria entre la esencia y la apariencia de las cosas,[6] la filosofía analiza las preguntas y las respuestas de las ciencias para ver su alcance y sus límites y así poder otear y resolver la relación, a veces contradictoria, entre lo fáctico y lo posible.[7]
5. Poder otear la relación entre lo fáctico con que las ciencias nos sitúan ante el mundo y lo posible de que las mismas prácticas científicas van preñadas de futuro, porque es la misma hipoteticidad del discurso científico la que impulsa hacia más allá de lo que ya se sabe, buscando siempre la seguridad y, claro está, la verdad de las cosas, que no otra cosa es investigar científicamente. Ir más allá de la teoría, cuando hay fenómenos que no encajan en ella, ir más allá de las prácticas científicas, porque aquella teoría aún no se ha probado en algún terreno determinado, ir más allá de sus metodologías, porque hay métodos que no son universales y hay que inventar otros, ir más allá de lo que se ha comprobado en una sociedad determinada, porque no todas las sociedades humanas son iguales. Siempre la investigación científica como un ir más allá, pero que, como se ve, puede tener muchas formas y muchos temas y muchas modalidades.
La historia de las ciencias, en lugar de invitar a fosilizarse en métodos fijos y manuales con carácter de recetario, nos invitan a conocer su verdadera andadura, con sus aciertos y errores, sus avances y estancamientos, sus preguntas sin resolver y sus dudas, porque eso nos situaría en aquella frontera del saber y de la experiencia donde se impone la investigación como salida hacia adelante.
6. Lo que del método científico se ha precipitado periodísticamente
Me ha dado por pinchar y preguntar en internet por “el método científico” y me han salido cosas como esta: “¿Cuáles son los 7 pasos del método científico? Cómo explicar los pasos del método científico fácilmente a tus alumnos.
- Observación. El primer paso del método científico es observar.
- Planteamiento del problema o investigación. Tras la observación toca recabar datos.
- Formulación de la hipótesis.
- Experimentación.
- Organización, registro y análisis de datos.
- Conclusiones.
No son pasos, sino 7 pasos, ¿para qué más ni por qué menos? Y lo curioso es que esos momentos se figuran como pasos de un camino que tiene, además, sentido ordinal de primero la observación del fenómeno, después... y más tarde, etc. Método que no solo se da por válido, sino también por exitoso. Suele ser esta la forma en la que conocimientos y prácticas científicas se precipitan sobre la experiencia ordinaria y se convierten en rutina, al modo como el saber científico acerca de las bacterias y de los virus y las formas de combatir sus efectos, se traduce en la práctica de la higiene bucal mañanera que se ha interiorizado y ya ni se piensa por qué se hace. Alguien que nunca ha investigado científicamente ni ha caminado por las fronteras del saber y de la experiencia científica, ha podido simplificar la investigación científica en esos 7 pasos que, para mayor confusión, sí existen en las investigaciones, pero que ni aparecen así ni tan claros y simples y mucho menos en ese orden. Son medias verdades y, claro está, no llegan ni a receta culinaria, porque no ayudan a investigar científicamente.
Sólo ese supuesto primer paso, el de la observación, implica una idea de la ciencia que conviene aclarar. Porque dar como inicio de la investigación científica la observación (¿de la realidad?), es colocarse allá en los inicios del siglo XVII con Francis Bacon, desconociendo todo lo que ha sucedido en la república de las ciencias durante cuatrocientos años. Aquel pensador que fue revolucionario en su tiempo, porque, exigiendo observar la realidad y medirse con ella experimentando, liberaba al pensamiento de su tiempo de las formas enquistadas del pensamiento aristotélico-escolástico imperante en las universidades, pero que hoy ya no da para servirnos de guía., porque , como dirá Wittgenstein, “man kann nicht ins Blaue suchen” (no se puede buscar por buscar) o, como veíamos que le aconsejaba Einstein al joven Heisenberg, sin la teoría como orientadora no hay nada que observar científicamente. El primer paso no puede ser, por tanto, la observación, sino aprender a observar científicamente, esto es, a ver la realidad como juez que la increpa (I. Kant) desde una teoría desde la que juzgar. Si a eso le añadimos que toda observación conlleva una intervención transformadora y que eso hay que saberlo y tenerlo en cuenta, pues ya dirán ustedes, en qué queda el primero de los siete pasos del método de investigación. De los otros 6 aquí no tendré tiempo de comentar, porque, además, no vale la pena tal como están expuestos.
La investigación científica, que es, supuestamente, la que se enseña y, a veces, se realiza en la universidad no es una actividad desconectada ni explicable aisladamente de lo que es cada ciencia en su totalidad. Por eso, reducida a receta no solo como método, sino peor aún, como “el método científico”, viene a ser una idea simplista del quehacer científico.
Para hacer ver lo erróneo que es decir que el primer paso del método científico es la observación, valga la reflexión que hice hace años sobre dos publicaciones muy bien ponderadas por la prensa periodística: Breve Historia de la Ciencia Española de Leoncio López-Ocón Cabrera Alianza Editorial, Madrid 2003 y Frank y Fritzie Manuel: El Pensamiento Utópico en el Mundo Occidental, Taurus, Madrid 1984. En ambas echaba yo de menos una definición previa de lo que son las ciencias sociales, en el caso de López-Odón y la falta de definición de lo que es la utopía, en la de Frank y Fritzie Manuel, lo que daba como resultado que ambos pensadores hubiesen dejado de lado y desconocido y observado obras importantes en el mundo de la utopía y el de la ciencia. Habían ido a pescar, sin la red teórica adecuada para ese menester.
Porque, como segunda tesis, diremos que es la red teórica la que determina lo que pescamos y lo que observamos.
Habría que imaginar el despropósito de quien se acercara a una tienda de utensilios marinos y pidiera una red para pescar y, a la pregunta del vendedor acerca de para qué la quiere, le contestara que para cualquier cosa. Muy probablemente el vendedor le diría que de esas redes no tiene, pues las redes están diseñadas específicamente para pescas determinadas. Y le mostraría redes para pescar sardinas, para pescar atunes, para pescar lubinas y le mostraría alguna “red ciega” de las prohibidas ya que casi todo lo arrastra consigo, porque, le diría, señor mío, depende de lo que alguien quiere pescar para determinar el tamaño de las mallas de la red. O, si lo quiere con otras palabras: las mallas de la red determinan lo que usted va a pescar.
De manera rotunda, L. Wittgenstein en el Tractatus Logico-Philosophicus,[8] hace ver lo que la red significa para poder comenzar a discernir los fenómenos y lo que podemos observar científicamente y lo que de esa red teórica podemos esperar: “6.341....La mecánica newtoniana, por ejemplo, reduce la descripción del universo a una formas unitaria. Imaginémonos una superficie blanca con manchas negras irregulares. Digamos: Cualquier clase de figura que resulte puedo siempre aproximarla, tanto como quiera, a su descripción si cubro la superficie con una malla reticular suficientemente fina, diciendo de cada cuadrícula que es blanca o negra. Habré reducido así la descripción de la superficie a una forma unitaria. Esta forma es arbitraria, pues yo hubiese podido aplicar con igual éxito una malla con aberturas triangulares o hexagonales. Pudiera ocurrir que la descripción hecha con una malla triangular fuese más sencilla; esto quiere decir que con una malla triangular podríamos describir la superficie más exactamente que con una cuadrangular más fina, o al revés, y así sucesivamente. A las diferentes mallas corresponden diversos sistemas de descripción del universo [...] 6.342 Que una figura como la arriba citada se pueda describir por una malla de una forma dada no dice nada sobre la figura misma. Pero aquello que caracteriza a la figura es el hecho de que la pueda describir completamente con una determinada malla de determinada finura”. Así pues, nada dice acerca del universo que se le pueda describir por la mecánica newtoniana; pero sí dice algo, que se le pueda describir así como de hecho se le describe. Y también dice algo sobre el mundo que se le pueda describir más sencillamente por una mecánica que por otra”.
Ahora que felizmente se discute y se dialoga en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras acerca de la Investigación Científica y se involucra en ello a todas las facultades para llamar a investigaciones multidisciplinares, cuyos logros deberían irradiarse a las otras universidades privadas, porque es obligación constitucional organizar, dirigir y desarrollar la educación superior, bien haríamos, aprovechando la excepcional ocasión, con mirar hacia adentro de cada ciencia (de cada facultad) de las que se imparten en la UNAH y ver hasta qué punto se están dando y desplegando esas ciencias en todo su poderío o no.
Porque una cosa es hablar, por así decir, metalingüísticamente de la ciencia, desde fuera de ella y dar solo pequeñas partes de ella, como se suele hacer, legítimamente, en los estudios de Secundaria, donde no se da, por ejemplo, la Física, sino solo adelantos y conocimientos parciales de la Física y otra cosa muy diferente es desarrollar la ciencia en todo su poderío ya en la Universidad, a la altura de los tiempos, con toda su historia y sus herencias y conexiones con otras ciencias y otros saberes y experiencias, con su lenguaje-objeto y sus tecnologías propias, sus métodos teóricos y prácticos, sus investigaciones particulares y sus conexiones con el extranjero, en fin, con todo lo que constituye su trabajo que, para no desmerecer como estudio superior universitario, ha de exhibirse y desarrollarse en todo su potencial. Y, en esto, la investigación científica es parte fundamental. Sin investigación, la ciencia se convierte en pieza de museo.
7. Unas palabras sobre la investigación interdisciplinar
Se cita corrientemente en nuestros predios universitarios un texto (Modelo Pedagógico UNAH, 2009) sobre el trabajo científico donde se distingue entre tres niveles de trabajo científico: el primer nivel, la multidisciplinaridad, el segundo nivel la interdisciplinaridad y el tercer nivel la transdisciplinaridad. Creo que es uno de esos textos bizantinos donde sobran la multi y la transdisciplinaridad, porque , de hecho, solo tiene ahí sentido la interdisciplinaridad, aunque no aclara bien lo que ese nivel sea, porque el lenguaje que emplea discurre entre nieblas de relaciones de yuxtaposición que no aclaran mucho, aunque se sugiere que, en ese nivel, las ciencias actúan con eficacia. Pero no se aclara cómo se yuxtaponen las ciencias en un trabajo de investigación:“El segundo nivel, la interdisciplinaridad donde la cooperación entre varias disciplinas o sectores heterogéneos de una misma ciencia llevan a interacciones reales, o sea la yuxtaposición de disciplinas que se suponen más o menos relacionadas, estas comparten el objeto de estudio y las intenciones y difieren en los procedimientos”.
No se sabe por qué este es el segundo nivel del otro que, por lo visto, solo sirvió para convocar las ciencias sin que compartieran nada entre sí. ¿La yuxtaposición del segundo nivel de la interdisciplinaridad es solo para compartir el mismo objeto? Es decir que, por ejemplo, ¿la física podría compartir objeto con cualquier otra ciencia social? ¿Cómo? ¿No hay diferencia de yuxtaposición entre poder compartir tema y objeto o compartir tema, pero no objeto? ¿Por qué es segundo nivel? ¿Qué es lo que le falta para ser primer nivel? Todo esto resulta raro, pero, cuando se habla de transdisciplinaridad, el discurso comienza a hacer aguas y a desvariar y, en un lenguaje enredado y críptico, se nos traslada nada menos que a la ontología, como si, con ello, hubiésemos superado todas las ciencias: La etapa superior, la transdisciplinaridad, se entiende como el establecimiento de un axioma común para un conjunto de disciplinas, estas comparten el objeto de estudio, las intenciones y los procedimientos haciéndolos propios a través de la innovación. Se concibe la transdisciplinaridad como: «aquello que está a la vez entre las disciplinas, a través de las diferentes disciplinas y más allá de toda disciplina. La finalidad es la comprensión del mundo presente, uno de cuyos imperativos es la unidad del conocimiento ». (Educación y Transdisciplinaridad); ontológicamente se trata de trascender las disciplinas, de apoyarse en varias de ellas para poder centrarse y entender la realidad del fenómeno observado”.
Para comenzar, parece ser que esta doctrina pedagógica que ahí se proclama parte de que, en realidad, se trata sólo de Interdisciplinaridad (o relación de diferentes disciplinas en torno a un objetivo) en la que hay dos momentos: el inicial o primer nivel de Interdisciplinaridad que es el multidisciplinar (algo así como calentando motores) y el segundo nivel de Interdisciplinaridad que es la transdisciplinaridad (o fase superior en la que se va más allá de la mera relación de las disciplinas científicas, las supera y llega a los más altos grados del conocimiento humano ( ¿cuáles serán?), donde reina ya la unidad del conocimiento del Ser, porque, según dicen, se entra ya en el ámbito de la Ontología. Que conste: es lo que han dejado ahí por escrito.
El discurso en muchas de las directrices y doctrinas (porque a eso huelen, a doctrina) llamadas pedagógicas suele exhibirse, cuando se trata de rizar el rizo, haciendo más y más diferenciaciones bizantinas para dar la impresión de amplitud y profundidad. Entonces (habría que preguntarle al autor de este texto), dado que trascendemos la Física, la Química, la Sociología, la Matemática, la Medicina y todas las disciplinas científicas restantes, ¿nos acogeremos al Upanishad para lograr la unidad del conocimiento o haremos ejercicios de Yoga? Por si no se logra entender este discurso, ahí se asevera que se trata de algo trascendente : “ontológicamente se trata de trascender las disciplinas, de apoyarse en varias de ellas para poder centrarse y entender la realidad del fenómeno observado” ¿Sabrá bien, quien ha escrito esto, lo que es la Ontología? Trascender las disciplinas científicas, ¿cómo? Si te “apoyas en varias de ellas”, como dicen, entonces no las estás trascendiendo, sino que te estás apoyando y aprovechando de ellas (¡es lo único que tienes!) y, lo que es más extraño: ¿a qué viene aquí la Ontología? ¡Esto es asunto epistemológico y no ontológico! Aquí no se está dirimiendo sobre el ser y la nada, sino sobre cómo pueden trabajar conjuntamente diversas ciencias en torno a la comprensión de algún tema real que no puede ser entendido desde una sola disciplina científica.
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Dar consejos sobre la investigación científica desde fuera, a modo de manual para iniciantes, es como dar consejos a los cocineros, sin haber estado nunca entre pucheros y fogones. Lo que digo aquí es fruto de mis investigaciones y de lo que he leído de otros que contaron sus experiencias de investigación. No lo he sacado de ningún manual, por eso lo hago sin pretensiones de estar diciendo “la verdad y toda la verdad”, sino solo advirtiendo a quienes quieran investigar científicamente, con qué asuntos se van a enfrentar y no siempre con método en que apoyarse. Mét-hodós (en griego: camino con guía).
Aunque no es necesariamente de ahí de donde venga el peligro de los manuales, porque hay mucha gente atrevida que escribe sus ideas o las grita, pero que no tiene eco social. El peligro viene de esos burócratas de las prácticas e instancias universitarias que proponen y hasta obligan a tomar como normas esos recetarios del supuesto “método científico” para elaborar proyectos oficiales y tesis de grado (licenciatura, maestría y doctorado), cortándole las alas a quienes quizás estén iniciando el vuelo de la investigación científica.
A investigar científicamente se aprende investigando desde el interior de una ciencia. Intentando caminos y procedimientos, equivocándose, reorientándose después del error, intentando nuevos caminos, inventando procedimientos para lo nuevo, tendiendo puentes entre conocimientos producidos en diferentes ciencias, dialogando dentro de la república de las ciencias y haciendo la relación densa, para que unas ciencias puedan nutrirse de otras. Y todas ellas entendidas como ese nivel de conocimiento y experiencia de alta fiabilidad, rigor y honestidad y solidaridad.
Pero, investigar científicamente de verdad es investigar sobre la realidad.
Por tanto, hemos de tener en cuenta la realidad, por un lado y, por otro, la ciencia como la herramienta de que nos vamos a servir para dar cuenta y razón de la realidad.
La Realidad.
Nada que sea real es simple: “lo simple es siempre lo simplificado”. Todo lo real es complejo. La complejidad está ya en la base y con la complejidad, el surgimiento de emergencias. Decir, por tanto, “la realidad” es hablar de algo que cambia y se transforma, que produce nuevas formas y relaciones y va a exigir, por ello, nuevas astucias y nuevas técnicas metodológicas y nuevas ciencias para poder ir entendiendo esa realidad que es tan densa y tan rica.
La Ciencia.
Toda ciencia es saber y experiencia particular. Conocimiento “cerrado” sobre alguna categoría del ser, campo desde el que poder dar cuenta y razón del ámbito particular del mundo sobre el que versa, valiéndose de sus herencias históricas teóricas, prácticas y tecnológicas, de su propio lenguaje-objeto y de sus metodologías y tradiciones disciplinares, con sus alcances y sus límites. Ergo, ninguna ciencia a solas es capaz de dar cuenta y razón exhaustiva de la realidad ni siquiera del campo particular sobre el que se ha “cerrado” y por donde con más seguridad camina.
Cuando se investiga científicamente, se trata de satisfacer las exigencias de la complejidad del tema real concreto que tenemos entre manos, satisfacción que ninguna ciencia a solas puede dar, razón por la cual es el tema real el que, a medida que intentamos solucionarlo, nos van apareciendo más relaciones ocultas y, con ellas, más demandas y preguntas de todo tipo que nos irán exigiendo la intervención oportuna de algunas de las herramientas (ciencias) disponibles. De ahí la conveniencia del trabajo interdisciplinar, por más que sepamos desde el comienzo que ni todas las disciplinas juntas serán capaces de agotar la riqueza de la realidad. [9]
¿Por qué no bajamos los pies a la Tierra y nos preguntamos, por ejemplo, acerca de lo que se necesita para llevar a un ser humano a la Luna y traerlo de vuelta vivo a la Tierra? Hace falta mucho más que yuxtaponer disciplinas, a no ser que yuxtaponer se entienda como diálogo entre las ciencias (entre los científicos) como, por ejemplo, la discusión posible entre la economía que pide ahorro en materiales y la física que quiere la mejor aleación del cohete para que no solo resista, sino para que satisfaga los márgenes de seguridad; o la discusión entre la medicina, la psicología y la cibernética (entre otras) cuando se analizan y ponderan las condiciones en las que vivirán seres humanos inadaptados al vacío y a los artilugios automáticos y, superando de este modo el divorcio que se estila en las universidades entre las ciencias que se miran unas a otras desde las amuralladas torres de sus facultades, se ven obligadas a bajar a la arena del mundo real donde es la categoría de relación la que exige diálogo interdisciplinar y es el tema real elegido para el proceso de investigación el que va a ir dando la pauta de las intervenciones de cada una de las herramientas (ciencias) necesarias y los modos de intervención de cada una. En este ejemplo del alunizaje, intervinieron en forma magistralmente interdisciplinar desde la astrofísica (que ha de diseñar el recorrido del cohete) al arte culinario (que ha de preparar finamente los alimentos de los astronautas), desde la matemática y la medicina (para todas las operaciones de cálculo y para el control de la situación físico-corporal de los astronautas) y desde la sociología (que permite tomarle el pulso a la sociedad para ver el grado de impacto que el hecho tendrá sobre la sociedad) a la política, porque no se olvide que aquel memorable hecho, se hizo como respuesta a la Unión Soviética en plena Guerra Fría.
En la intervención interdisciplinar, las diferentes ciencias convocadas para resolver un problema complejo concreto, no disuelven ni sus características ni su campo. La sociología no se mezcla con la física ni la biología con la matemática, pero entre ellas y, a partir de esa experiencia compartida de cooperación, matemática y física, biología y sociología salen reforzadas y corroborados como saberes fiables y superiores a la experiencia ordinaria, además de que posiblemente hagan aparecer entre ellas, nuevas disciplinas científicas que atienden fenómenos nuevos, emergentes, fronterizos como la bio-química, la socio-biología, la eco-economía o la ecología-matemática.
Todo esto, sin olvidar nunca que, sin la base de la experiencia ordinaria, ninguna ciencia habría aparecido, porque, para socializarse (la ciencia es siempre trabajo social), no solo ha de recurrir a la metáfora y la analogía, sino que continuamente se sirve del lenguaje ordinario para, a través de la definición operacional, expresar sus conceptos. Para quienes se extrañan por el uso de las metáforas en las ciencias, valga esta referencia que, como perla, podemos recoger de Hans Magnus Enzsensberger.[10]
Cuando la investigación científica no es ficticia, sino sobre algo real, es la realidad la que va a ir convocando a la herramienta (ciencia) conveniente durante el proceso. Es donde se da la interdisciplinariedad. Y, en ello, cada disciplina científica ira mostrando su alcance y sus límites: Es el momento crítico de la verdad. Investigar, ya se ve, tiene sus sorpresas.
San Juan, Alicante, 23 de agosto de 2024
[1] Serrano López, A. y Stein Heinemann, A: Ciencia y conciencia del cambio, Hacia una nueva visión del desarrollo humano. Publicaciones U. de Alicante, Alicante, 2021, pág. 263.Véase: Singh S.: Fermats letzter Satz. DTV, München 1997.
[2] Poincaré, H.: La ciencia y la hipótesis. Espasa Calpe. Madrid 1963
[3] Feyerabend, P.: Contra el método. Ariel, Barcelona 1975.
[4] Kuhn, T.: La estructura de las revoluciones científicas. FCE. México, 2001.
[5] Leibniz, G.W.: G.Ph. vol. VI, G. Olmos Verlag, Hildeshein/New York, 1978; pág. 602.
[6] La apariencia del curso del Sol sobre nuestras cabezas girando alrededor de la Tierra y la esencia del fenómeno que nos dice que es la Tierra la que gira alrededor del Sol.
[7] Lo fáctico del actual crecimiento económico y sus posibles efectos y consecuencias contradictorias con una vida saludable, justa y sostenible sobre la Tierra
[8] Wittgenstein, L.: Tractatus lógico-philosophicus. Suhrkamp, Frankfurt a. Mein, 1969; págs 105-106.
[9] Serrano López: Por los caminos de la ciencia. Una introducción a la epistemología política. UPNFM, Tegucigalpa, 2010.
[10] Por si hubiese duda de la presencia de la analogía y de la metáfora en las ciencias, he aquí unos ejemplos que bastarían para satisfacer al más exigente: "En la astronomía, la cosmología y la física hay antorchas, focos de manchas, coronas, vientos solares, luz zodiacal, ruido galáctico, radiación de frenado, gran explosión originaria, campos gauge, agujeros negros (una expresión que debemos a J. A. Wheeler), nubes oscuras, líneas prohibidas, gigantes rojos, enanas blancas, fuentes estelares de rayos X, púlsares, galaxias enanas, cúmulos globulares, nebulosas en espiral, agujeros de gusano, radiación negra, ruido blanco, cuerdas y supercuerdas, espacio curvo, dimensiones enrolladas, quiralidad, familias de partículas, aniquilamiento de pares, partículas confinadas, extrañeza, túneles cuánticos, sopa cuántica y quarks (así llamados por Murray Gell-Mann según el Finnegans Wake, de Joyce; se distinguen entre los quarks los strange, top, botton, up, down y charm, rojos, verdes y azules).
Los matemáticos conocen raíces, fibras, gérmenes, haces, gavillas (Garben), envolventes, nudos, lazos, bucles, rayos, banderas y pabellones (Flaggen), trazas, casquetes en cruz, cuerpos y subcuerpos, familias, esqueletos, ideales maximales, principales y nulos, anillos, ermitaños, monstruos, caminos aleatorios, líneas de fuga, grupos infinitamente generados, variedades, conjuntos vacíos, preimágenes, puntos umbilicales, líneas de máximo declive, bordes de puente, colas de golondrina, filtros, nudos salvajes, grupos de trenzas, números túnel, polvo de Cantor, diamantes de Hodge, Stukas, mariposas y patos..." (Hans Magnus Enzensberger: Los elixires de la ciencia. Anagrama, Barcelona 2002; págs. 273-274).
Me he puesto a buscar y me he encontrado con la definición que una de estas palabras técnicas tiene dentro de la ciencia física y otra dentro de la matemática
«La extrañeza fue introducida por Murray Gell-Mann y Kazuhiko Nishijima, originalmente para explicar el hecho de que ciertas partículas, como el kaón o el hiperón fueran creadas fácilmente en colisiones de partículas, y degradadas aún más lentamente de lo esperado para sus grandes masas y producciones de sección eficaz. Al notar que las colisiones parecían siempre producir pares de estas partículas, se postuló que una nueva cualidad conservada, apodada "extrañeza", se preservaba durante esta creación pero no se conservaba en su decaimiento».
«Thom sugirió que en los fenómenos de cuatro dimensiones , hay siete posibles superficies de equilibrio y, por lo tanto, siete posibles discontinuidades o "catástrofes elementales": pliegue , cúspide , cola de golondrina , mariposa , umbilico hiperbólico , umbilico elíptico y umbilico parabólico».
Cuadro de Dalí que representa la catástrofe de la cola de golondrina
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