Una aproximación a los “Rostros de la hondureñidad”
Rubén Darío Paz*
La composición actual de la población hondureña representa un largo e intrincado proceso en su devenir, pues en ella se advierten rasgos de pueblos originarios, sean: lencas, maya-chortís, tawhakas, pech, tolupanes. A ellos se sumaron las poblaciones con rasgos afro- caribes. misquitos, garífunas y negros ingleses. El proceso de mestizaje no puede ser inadvertido, pues a la fecha el ladino-mestizo, es el sector poblacional que alcanza más del 90 %. Honduras, es un país pluricultural, donde se muestra la fusión de elementos: negros, blanco e indígena.
Esté conjunto de imágenes, denominada Rostros de la Hondureñidad, sólo constituye una aproximación, con el interés de compartir, rostros, colores, expresiones y experiencias de campo, producto de una serie de visitas al interior de nuestros pueblos culturalmente diferenciados.
Es de suma importancia conocer, que a pesar de los largos periodos de marginalidad que han padecido nuestros pueblos originarios, la falta de inclusión, el respeto hacia sus prácticas culturales, la perdida de algunos idiomas maternos, los pueblos siguen aferrándose a sus territorios, desafiando las adversidades, sin olvidar sus prácticas cotidianas.

Rostro de niña Misquita, fotografía por Rubén Darío Paz.
Desde finales del siglo XIX, se perdió el idioma Lenca, a la fecha no hay registros de un tan solo hablante, a esto contribuyó el hecho que, desde el Estado, se impuso el idioma Español. Demás esta señalar que la mayoría de investigadores apuntan que Los Lencas, fueron el pueblo indígena de mayor población durante el proceso de conquista y colonización, prueba irrefutable es la resistencia de Lempira en las altas montañas de Congolón, Coyucutena y Piedra Parada. A la fecha nos quedan campesinos de descendencia Lenca, en los departamentos de Intibuca, La Paz, Lempira y sur de Santa Bárbara. Valoramos de ellos su fuerza espiritual, su variada gastronomía, sus festividades mágico religiosos, con mayor suceso el Guancasco, que no es más que ese espacio de intercambio, convivencia donde dos o más pueblos deciden realizarse visitas reciprocas, coincidiendo con el inicio de sus ferias patronales. La Compostura, constituye un ritual de agradecimiento a la tierra, bien para agilizar las lluvias de mayo, o para agradecer por la abundante cosecha.
Resulta trascendente, el hecho de que Honduras, comparta con países vecinos culturas binacionales, con Guatemala tenemos los Chortí, sólo que en el caso hondureño el idioma chortí es una lengua casi extinta, únicamente con dos hablantes. Sin embargo, nos queda de los campesinos Chortí, una basta riqueza tradición oral, incluyendo un amplio conocimiento de sus entornos. La ceremonia mágico-religiosa más significativa de los Chortí se lleva a cabo para honrar a sus muertos, conocida como Tziquin, donde se destaca un altar, con elementos cristianos, santería, veladoras, más decoraciones con frutas y flores. Entre rezo y rezo, que pueden prolongarse hasta el día siguiente, se consume café con pan, ayote con miel, tamales, shepes, ticucos sin faltar bebidas espirituosas.
Es importante que como hondureños estemos consientes, que la cultura mestiza dominante, alcanza un poco más del 90 %, pero también debemos saber que tenemos pueblos originarios como Lencas, Tolupanes, Pech, Chortí y Tawahkas. Y pueblos afrodescendientes que se incorporaron a nuestra nación durante el periodo colonial, como Misquitos, Garífunas y Negros Creoles o Caribes.
Si bien es cierto el ladino o mestizo, alcanza el mayor porcentaje poblacional, debemos de reconocer, que este segmento poblacional es el menos estudiado. La mayoría de las investigaciones, apuntan hacia los otros, quizás por esa idea romantizada de la antropología clásica, de irnos a los lugares más apartados, descuidando el entorno inmediato.
Entre esos pueblos originarios, especial consideración tienen los Tolupanes o Xicaques. Aunque el nombre Xicaque fue utilizado por los conquistadores de forma generalizada y peyorativa, para referirse a distintos pueblos “salvajes”, resistentes a la dominación. Los Tolupanes, ahora se encuentran dispersos en numerosas aldeas de varios municipios de Yoro, y otros aledaños a la Montaña de la Flor, Orica, Francisco Morazán, donde conservan su idioma, y su vestimenta. Es sorprendente la capacidad de resistencia a condiciones de precariedad, mantienen su organización, a pesar de la avalancha de las iglesias, protestantes y católicos, que incluso han logrado dividirlos.

Rostro de mujer Lenca, fotografía por Rubén Darío Paz.
Los Pech, como pueblo culturalmente diferenciado, fueron desplazados de sus territorios, inicialmente ocuparon el centro norte y caribe de Honduras, y así se demuestra en numerosas crónicas coloniales. Siglos después la presión de políticos y terrateniente, lograron desplazarlos, y se asentaron en lugares recónditos, en extensos territorios de Olancho y Gracias a Dios. Conocedores de sus bosques lluviosos, leen su flora y fauna con asombrosa capacidad, siguen hablando su idioma materno, recurriendo a la medicina tradicional, sus prácticas agrícolas entre yuca y maíz, siempre con la amenaza ladina de despojarlos incluso, hasta de sus títulos de propiedad.
La mosquitia, es ese amplio territorio que se extiende entre Honduras y Nicaragua, se trata de un mosaico cultural impresionante. A Honduras le atañen casi casi 17,000 kilómetros correspondientes al departamento de Gracias a Dios. Aquí podemos disfrutar de amplios ecosistemas, una enorme planicie costera, un sistema lagunero irrepetible en el istmo centroamericano, dos cuencas hidrográficas que conforman los ríos Coco o Segovia y el Patuca, más una biosfera que desde 1980 forma parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad, a lo anterior se le suma que, en dicha región, cohabitan en natural armonía, Misquitos, Tawahkas, Garífunas y Pech. Aunque pocas veces han sido tomados en cuenta para estudios antropológicos, también en la Mosquitia hondureña ya tenemos un grupo de “ladinos advenedizos” o de segunda generación, que se han insertado a la cultura misquita. Es oportuno mencionar que la frontera agrícola ha causado daños irreversibles, numerosos terratenientes ladinos han depredado grandes extensiones de bosques primarios, ahora convertidos en zacateras para la explotación ganadera. sin embargo, históricamente no está registrada a lo largo de los siglos. Fue hasta en 1957, que una Junta Militar de Gobierno, ante las ciertas pretensiones de Nicaragua de adueñarse de dicha región, se creó el departamento, ahora conformado por seis centros urbanos; Puerto Lempira, Brus Laguna, Ahuas, Wampusirpi, Villeda Morales y Juan Francisco Bulnes. Estos últimos dos, fueron creados el año de 1996.
Los Negros Ingleses o Negros Creoles, habitan el atractivo archipiélago de las Islas de la Bahía, aunque también están presentes en ciudades como La Ceiba, Tela y Puerto Castilla, Trujillo y Puerto Cortés. Están presentes desde el siglo XVIII, incorporados como trabajadores en los dominios de las colonias de Inglaterra. En su mayoría son bilingües, pero al interior de sus familias únicamente se habla el inglés- creole, siguen con sus prácticas gastronómicas exquisitas, viven en su mayoría de actividades marítimas. Sus quehaceres religiosos están vinculadas mayormente a diferentes iglesias protestantes.
Los Tawhakas, como pueblo culturalmente diferenciado, adoptaron el catolicismo y nombres y apellidos ladinos, en sus comunidades asentadas a la orilla del Patuca medio, se encuentran varias aldeas entre ellas; Krautara, Kraosirpi, Wasparasni, Parawuas, Dimikian, Parawasito y Santa Marta. Carecen de infraestructura básica, los accesos son vía fluvial, siguen hablando el idioma tawahka al interior de sus familias. Hablan además español y misquito, producto de su contacto con comerciantes olanchanos y pobladores misquitos.
Espero que esta breve descripción, más la serie de imágenes, nos sirva para apreciar lo que tenemos como país, que sirva para generar espacios de dialogo, respetando las diferencias, al mismo tiempo aspiro que las imágenes nos permitan afianzar ese sentido de pertenencia, donde la convivencia sea la constante que necesitamos.
Rubén Darío Paz: Historiador, realizó estudios de Antropología cultural, escritor y fotógrafo. Trabaja para la UNAH y UPNFM en Santa Rosa de Copán.



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