Por Eilyn Gianella Méndez Pineda y estudiante de Sociología de la FCCSS-UNAH, Presencia Universitaria
Quiero compartir esta pequeña reflexión acerca de todo lo que ha estado aconteciendo en nuestro país desde finales de febrero, a lo que hemos nombrado como la pandemia del COVID-19.
Para mí es muy importante resaltar que soy de un pequeño pueblo llamado Colomoncagua, situado en el departamento de Intibucá. Estamos ubicados en las fronteras con El Salvador, por ello nos ha tocado una experiencia un tanto diferente.
Todo comenzó el 11 de marzo de 2020, me tocó partir de Tegucigalpa con un pánico horrible porque todo parecía muy alarmante, en el camino hacia mi pueblo me tocó vivir una experiencia un poco fuera de lo habitual, ya que venía distanciada de los demás y me daba mucho miedo acercarme a alguien.
Llegué a mi casa y, claro, intenté mantener distancia con mi familia, ya que mis hermanos están muy pequeños y decían que los síntomas podrían presentarse hasta 15 días después. Así fue, me mantuve aproximadamente 15 días muy distante de todos ellos, por precaución.
Poco a poco me fui integrando a un Comité, al que nombramos Mesa Multisectorial, y he podido ver cómo mi pueblo ha intentado trabajar en equipo para combatir la pandemia, para mantener sana a su gente y no perder a nadie.
Asimismo, me he dado cuenta de las injusticias que día a día vivimos y que, lastimosamente, solo vemos en tiempo de pandemia, pero son realidades que están ahí plasmadas. La falta de empatía y solidaridad se ha calcado en mi corazón al ver a los agricultores pedir a gritos que se les deje hacer su milpa, porque si no, no tendrán qué comer cuando esto haya pasado. He visto cómo la gente con microempresas pide que, por lo menos, se les deje abrir sus negocios una vez a la semana, porque no tienen otro tipo de ingresos.
He visto cómo las entidades políticas han dejado solo al pueblo, percibiendo la verdadera cara de la moneda en tiempos difíciles, la pandemia solo ha develado lo fuerte o débil del ser humano. Todos nos hemos ido adaptando, de una u otra forma, a la situación; lastimosamente no todos de la misma manera, ya que muchas de las ayudas se han politizado y son realidades que vivimos día a día, pero que nos han golpeado aún más fuerte en esta crisis sanitaria.
Realmente es alarmante nuestra situación frente al COVID-19, y solo ha sido una muestra pequeña de lo que somos como seres humanos. Creo que después de ver muchas situaciones de mi pueblo, como la falta de recursos, de oportunidades, de límites que nos han impuesto, también he visto surgir muchas cosas positivas, por ejemplo: cómo los jóvenes nos hemos dado a la tarea de buscar ayudas por diferentes partes y así apoyar a las personas más necesitadas, ya que nuestro municipio registra unas 3,000 familias en extrema vulnerabilidad, tal vez no hemos conseguido todo lo que se necesita, pero se sigue intentando.
Creo que esta situación ha tocado mi corazón de una manera inimaginable y he aprendido muchísimas cosas. Día a día buscamos soluciones para más o menos solventar la crisis, ya que la desesperación en las personas es evidente. A la fecha, con emoción, podemos decir que en nuestro pueblo no hay un tan solo caso de COVI-19. Sabemos que luchamos ante una crisis grande y estoy segur que después de esta experiencia, tendremos una crisis de verdad. Asimismo, he tenido la oportunidad de ver una verdadera pandemia, esa contra la que hemos luchado desde hace mucho tiempo, que es la desigualdad que sobrepasa fronteras.
Vivimos en un país altamente dividido por partidos políticos, donde quienes merecen algo son lo que apoyan a x o y partido, donde no somos seleccionados por la necesidad, sino por el partido político. Este tiempo me ha hecho reflexionar sobre lo mucho que nos falta como personas, vi al detalle a una sociedad totalmente individualista, aferrada al dinero, a las clases sociales, entre muchas cosas más, a su bienestar, sin importar el de nadie más.
Para terminar, quiero agregar que ha sido una cuarenta llena de experiencias, algunas buenas, otras dolorosas, pero todas llenas de un aprendizaje, de orgullo y amor. He intentado aprovechar esta cuarentena realizando diferentes actividades, enriqueciéndome de experiencias que forjan una historia, la que en el futuro será recordada por muchos, nombrada como la cuarenta más larga de la historia.
Asimismo, llevar clases en línea ha sido toda una travesía, ya que a veces la luz se va o el Internet es muy lento, pero después de todo, siempre se saca algo bueno, porque hemos aprendido a ser independientes.
Puedo concluir que al final del día, el pueblo es quien está al servicio de sí mismo. Que durante la crisis del COVID-19 se ha tenido que luchar, desde un simple lavado de manos y aprender a usar diferentes medidas de higiene, que dejarán una enseñanza enorme para las futuras generaciones, y ojalá esta pandemia sea un espejo para ver lo que estamos haciendo bien y, sobre todo, lo que hacemos mal en nuestras vidas.
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