Colaboración: máster Guillermo Varela, jefe de la Carrera de Historia
En la Alianza Francesa el historiador Guillermo Varela, jefe del departamento de Historia de la UNAH, presentó el novedoso libro de la historiadora Francesa Catherine Lacaze: “Morazán: ¿El Bolívar de América Central?”.
El libro, editado por la Editorial Universitaria en 2023, es una novedad en la historiografía regional, pues aborda un tema jamás antes estudiado: el proceso histórico de heroización y/o cuestionamiento al personaje histórico de Morazán. Esto en virtud de cómo la misma autora advierte: Morazán es un héroe aceptado como tal en Honduras y El Salvador, pero de difícil aclimatación en Guatemala, Costa Rica y Nicaragua.
En el primer país, entre 1840 y 1877, prevaleció una concepción de un Morazán como culpable del colapso y fracaso de la Federación por sus políticas radicales y contra la Iglesia, lo que le valió un tremendo rechazo popular particularmente entre la población indígena mayoritaria a la vez devota del catolicismo.
En Costa Rica fue dominante durante décadas la idea de que su papel fue la de un invasor y tirano que quiso llevar a este país a una guerra (por la reunificación de Centroamérica) que ese Estado no deseaba y de ahí la sublevación popular que acabó con su vida el 15 de septiembre de 1842.
En Nicaragua, el más fragmentado políticamente de los cinco Estados, encontrará finalmente como fundamento de su nacionalidad e independencia la lucha contra William Walker y sus filibusteros (1856-1860) donde sobresale su héroe nacional José Dolores Estrada.
Las memorias del salvadoreño general Manuel José Arce, de los guatemaltecos coronel Manuel Montúfar, de Alejandro Marure y del mismo reformador liberal en 1871 Miguel García Granados, contribuyeron grandemente a esa imagen negativa de Morazán.
En con la llegada de los gobiernos liberales de segunda generación en Centroamérica a partir de 1880, que comienza a construirse una narrativa favorable al héroe en Honduras, El Salvador, Guatemala e incluso en Costa Rica.
La nueva narrativa incluye libros como el de Lorenzo Montufar, El general Francisco Morazán encargado por el presidente guatemalteco Justo Rufino Barrios. Y la Historia del benemérito general Francisco Morazán del hondureño Ramón Rosa.
El culto cívico morazánico que había ya comenzado con su traslado a El Salvador en 1848 y su inhumación en San Salvador en 1858, se refuerza en esos años, además, con la erección de monumentos, parques y estatuas dedicadas a la memoria heroica de Morazán en todos los estados centroamericanos lo que no estuvo exento de severos cuestionamientos en la prensa de la época por los detractores del héroe sobre todo en Guatemala donde se consideraba un héroe del Partido Liberal en el poder y no de todos los guatemaltecos. Y en Costa Rica por las razones antes mencionadas.
En ese contexto entre 1885 y 1921 hubo varios intentos fallidos de revivir a la antigua República Centroamericana. Unos por la fuerza como la que le costó la vida a Justo Rufino Barrios en batalla de abril de 1885 en Chalchuapa, El Salvador. Y otros pacíficos como el último intento serio en San José entre diciembre de 1920 y enero de 1921.
Lo que destaca Lacaze es que si bien la retórica unionista-morazánica era fuerte era en realidad los proyectos de Estado-nación de cada élite en cada país el que se consolidaba.
Es decir, se usaron las posturas a favor o en contra de Morazán para consolidar los proyectos de dominación interna. Por ejemplo, en 1885 Justo Rufino Barrios pretendió ser el heredero político del proyecto unionista de Morazán invadiendo El Salvador. Y por su parte la élite salvadoreña lo utilizó recordando las luchas del héroe contra el caudillo conservador guatemalteco Rafael Correa, para justificar su oposición al proyecto de Barrios.
En un contexto aun de poca difusión de la educación en la región el culto a Morazán se fortaleció con las analogías religiosas de su vida y muerte. Por ejemplo, al morir heroicamente por el ideal unionista que lo convierte en mártir de esa causa. Y de perdonar a sus asesinos. A los ojos de la población humilde lo revelaba como un buen cristiano cuyo ejemplo se debía imitar.
También las dictaduras de Centroamericanas en la década de 1930 y 1940 se valieron del culto morazánico para renovar la narrativa en torno al héroe para erigirlo como un líder paternal, católico, pero que hacía uso de la fuerza para cumplir su “sagrada misión”.
Otros sectores sociales subalternos influenciados por la Revolución Mexicana (1910-1920) y la misma Revolución Rusa (1917) y en el contexto de la hegemonía política y económica de los EU en la primera mitad del siglo XX, usaron a Morazán bajo la idea de haber sido un líder que lucho por la democracia y contra el imperialismo inglés.
Esto es lo que Lacaze llama “los múltiples usos políticos de Morazán”
Si bien el libro termina con una evaluación de la conmemoración regional del centenario de su muerte en 1942, En sus conclusiones Lacaze hace una valoración de la nueva narrativa en la región en torno a Morazán a partir de la segunda mitad del siglo XX que incluye hitos históricos relevantes como la Huelga bananera de 1954, la Guerra Fría, el golpe de Estado en 2009 en Honduras, entre otros.
Se trata de un Morazán reclamado por los sectores sociales subalternos que lo reclaman en el último medio siglo en las calles e inspirando con su ejemplo, (no el que quisieron imponer las elites liberales entre 1870 y 1930) la liberación de Centroamérica del atraso y que se encarna en el fragmento del poema del poeta hondureño Rigoberto Paredes a Morazán de 1982:
“Descabalga esas alturas, dale historia y quehaceres a tu espada”.
Un libro de lectura obligada, profunda, pero muy agradable.
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