La peste de Atenas según Tucídides: una lección para la historia contemporánea

COLUMNA

Por Edgar Soriano Ortiz, docente de la Carrera de Historia FCCSS-UNAH

Entre el año 430 y el 426 antes de nuestra era se desató en Atenas y otras regiones griegas una epidemia que causó estragos en las poblaciones. El historiador ateniense, Tucídides, describe a detalle los síntomas e impacto que causó la peste en Atenas y alrededores durante el conflicto bélico conocido como la “guerra del Peloponeso”. Esta epidemia, según historiadores actuales, pudo haber sido producto de una fiebre tifoidea, que causó la muerte de probablemente un tercio de la población y tuvo severas consecuencias socio-políticas.

Contexto histórico:

En el siglo V antes de nuestra era un conflicto bélico se desató en la región griega, enfrentándose la liga del Peloponeso (liderada por Esparta) y la liga de Delos (liderada por Atenas). Ambas fuerzas ocupaban el espacio de la “Hélade”-nombre dado a los lugares no ocupados por “barbaros”- donde se gestaba un sentimiento comunitario, la Polis.

Para el historiador Tucídides, el despegue de Atenas bajo el mando de caudillos, de la talla de Pericles, luego de la retirada de Jerjes, significó una amenaza para Esparta, al poner en peligro su hegemonía en el Peloponeso. Es así, que la guerra estalló en el 431, conflicto que se extendió hasta el 404 antes de nuestra era. 

La epidemia debilitó a Atenas, algunos estudiosos coinciden que fue el inicio de un paulatino declive, pero durante la tragedia su criticado líder, Pericles, animaba con sus discursos al sacrificio frente al “fuego de la peste”, tal como lo describía Sófocles en Edipo Rey (Sófocles, 2009). El cuestionado Pericles exclamaba: “porque, así como la locura de desear la guerra antes que la paz, cuando se vive en prosperidad, así cuando precisa obedecer a sus convecinos y comarcanos y cumplir sus mandatos, o exponerse a todo peligro por la victoria y libertad, los que en tal caso rehúyen el trabajo y riesgo, son más dignos de culpa” (Tucídides, 1998).

El historiador Tucídides:

El ciudadano ateniense Tucídides (460-¿396? A. C.) procedía de una rica familia minera y su temprana vida la paso en la época de esplendor cultural y poderío político de Atenas. Se supone que fue discípulo de del filósofo Anaxágoras y del orador Antifón por su estilística en su prosa y su pensamiento de tinte sofista. El trabajo acucioso de Tucídides pudo haber estado influenciado, además, por el mundo burocrático persa en el uso de documentos, de lo que si hay claridad es la constante preocupación de comprender su contenido greco-persa (Momigliano, 1997).

Tucídides presto servicio a la ciudad como militar y permaneció en Atenas durante la epidemia de la cual fue víctima y un cuidadoso cronista de aquella enfermedad que azotó por 4 años la ciudad y sus alrededores. Sobre la epidemia el historiador ateniense expresó: “jamás se vio en parte alguna del mundo tan grande pestilencia, ni que tanta gente matase” (Tucídides, 1998). Los detalles de esta epidemia y todo el contexto de la guerra fueron plasmados en su libro Historia de la Guerra del peloponeso.

Gran parte de la historiografía ubica a Ticídides como un historiador permeado por un pensamiento “precientífico” y “precivilizado”, por ubicar la guerra como el acontecimiento más importante (Momigliano, 1997).  Pese a todos los juicios sobre la obra de Tucídides, es vital visualizarlo en su época, donde las narrativas históricas específicamente abarcaban lo militar y lo político, excluyendo aspectos sociales que ahora nos parecen esenciales para comprender las colectividades.

La pestilencia narrada por Tucídides:

Mientras las fuerzas espartanas en el verano del 430 penetraban al territorio de Ática, aliada de Atenas, una epidemia azotó la región. Tucídides residente en la ciudad experimentó y narró la pestilencia. Cuando la peste comenzó los estragos en los imaginarios resonaba lo que el “oráculo había dicho”: “vendrá la guerra Doria/Creed lo que decimos/y con ella vendrá limos [hambre, epidemia]”.

Se decía que la enfermedad inició en Etiopia, pasando por Egipto y Libia, para luego extenderse por Persia, y, finalmente, entró a Atenas y alrededores. En Grecia empezó en Pireo, aliada de Atenas, por ello se esparcieron rumores de que los peloponenses (dirigidos por Esparta) envenenaron sus pozos.

En palabras de Tucídides la epidemia fue impactante: “los médicos no acertaban el remedio, porque al principio desconocían la enfermedad y muchos de ellos morían al visitar a los enfermos”. El historiador ateniense describe las preocupaciones y el impacto social que dejaba la peste. Gente muriendo en los parajes y cuevas, los albergues en templos llenos de muertos y no existía ningún límite religioso que pusiera fin a los derechos de sepultura, cada quien veía donde enterraba sus muertos.

La epidemia trastocó la normalidad en la ciudad, gente llegando a buscar albergue cargando sus bienes, generando problemas en las casas y calles. El pudor de las costumbres se vio trastocado, gente embriagada y realizando todo tipo de actos contrarios a la moralidad establecida. El desastre se cernía en el ambiente, mientras los enemigos peloponenses tomaban y saqueaban territorios como en Epidauro, para donde partió Pericles vía marítima con 100 navíos a combatirlos. Pero los peloponenses abandonaron esas tierras por el temor a ser contaminados por prisioneros enemigos. Meses después el propio líder Pericles murió por la peste.

Los síntomas de la  enfermedad que arrodilló a Atenas fue descrita así por el historiador ateniense como una enfermedad que  comenzaba en la cabeza y bajaba hacia el cuerpo: “primero sentían un fuerte calor en la cabeza; los ojos se ponían colorados e hinchados; la lengua y la garganta sanguinolentas y el aliento hediondo  y difícil de salir, produciendo continuo estornudar; la voz se enronquecía y descendiendo el mal al pecho, producía gran tos , que causaba un dolor agudo; y cuando las materias venían a las partes del corazón, provocaba un vómito de cólera, que los médicos llamaban apocatarsis, por lo cual con un dolor vehemente lanzaba por la boca humores hediondos y amargos, produciéndoles pasmos que le pasaba pronto a unos y a otros les duraba más. El tacto de la piel no estaba muy caliente, sino rojiza, llena de pústulas; por dentro sentían calor, el mayor alivio era meterse en agua fría. Algunos morían de aquel gran calor, que les abrazaba las entrañas a los 7 días y otros dentro los 9 días conservaban alguna fuerza. Si pasaban de este término, descendía el mal al vientre, causándoles flujo con dolor, muriendo muchos de adelgazamiento” (Tucídides, 1998).

El Miedo: una herencia que pone a prueba a la racionalidad

¿Qué lecciones nos deja esa epidemia lejana en el tiempo, pero cercana en sus herencias? aunque la colectividad griega de la antigüedad está sujeta a muchos estudios y debates, podemos encontrar claridad meridiana de las muchas herencias culturales recibidas por la sociedad occidental contemporánea. Para Benedeto Croce, “toda la historia es historia contemporánea” (Croce, 2008), es que el pasado siempre está vivo en los imaginarios y en las estructuras que definen una sociedad. Esa memoria puede ser un “karma”, del que habla Toynbee, una acción pasada que determina nuestra vida contemporánea (Toynbee, 1981).

El destino y el miedo a lo “sobrenatural” o las “deidades” fue una herencia trágica que se ha transmitido por siglos, aun con mucha fuerza, en la llamada “modernidad” o como el “barco a la deriva de la postmodernidad”. El avance científico, técnico e intelectual se pone a prueba cuando se desata el pánico colectivo frente a una epidemia que causa muerte y sufrimiento en las comunidades. Ese pánico hace florecer esos temores profundos y míticos en las convivencias colectivas. 

Las lecciones son tan vigentes como la tragedia de Esquilo y Sófocles, la tragedia griega es tan humana, donde la paranoia y los impulsos inconscientes definen esa esencia de las personas que se enmarca en todos los contextos de la colectividad social. En muchos lugares gente gritando no queremos que entierren en nuestro cementerio a un contagiado de Covid-19, mientras en las entradas de los pueblos pobladores decididos a todo con bomba llena de cloro en claro tono autoritario evitan el paso a sus conciudadanos. Pareciera que el humano se ha convertido en virus.

El reconocer que no se está excepto en ningún lugar del planeta de enfermedades zoonóticas es difícil ante los círculos etnocéntricos y temerosos de perder el control capitalista, como es el caso de muchos gobernantes occidentales. “la enfermedad china” y “es culpa de China” ha manifestado el presidente de Estados Unidos (El País, 1-5-2020), tal copia de culpar absolutamente a los peloponenses durante la catastrófica epidemia de Atenas del siglo V antes de nuestra era.  

 Bibliografía:

-       Croce, B. (2008). La historia como hazaña de libertad. Ciudad de México. Fondo de cultura económica. 

-       Momigliano, A. (1997). Ensayos de historiografía antigua y moderna. Ciudad de México. Fondo de la cultura Económica. México. 

-       Sófocles (2009). Edipo Rey. Ciudad de México. Editorial Porrúa.

-       Toynbee, A. (1988). Los griegos: herencias y raíces. Ciudad de México.  Fondo de Cultura Económica.

-       Tucídides (1998). Historia de la guerra del Peloponeso. Quinta edición.  Ciudad de México. Editorial Porrúa.