La cuarentena y yo
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COLUMNA / Redacción: Aurys Leonor Carranza Macías, asignatura de Sociología general 1300

"La Muerte acostada en los anfiteatros, envía la inmovilidad de su amenaza.» - Roberto Sosa

Intentar resumir este mes de experiencia, de la primera cuarentena, es un reto que haremos gravitar alrededor de dos ejes básicos: el primero que responde de manera subjetiva y personal ¿cómo me siento?, el segundo que, vagamente, reflexiona e imagina un «afterworld»: el mundo post cuarentena.

Estos dos elementos giran sobre – me atrevo a calificar como – elemento supremo y omnipresente: «el miedo».

Antes de continuar, creo imprescindible aclarar, pese al título pretende individualizar mi experiencia: no lo logra, pues existen una lista de factores que influyen y moldean todo el contexto de la fenomenología de la crisis y el confinamiento. El título es meramente el pensamiento, también producto de la colectividad, o la reflexión personal sobre que ocurre en el mundo, desde hace un poco más de un mes.

Cuando me senté a escribir este corto ensayo, fechado abril 14, intenté identificar todos los sentimientos que he vivido desde el día uno de la cuarentena. Los cambios de ánimo son constantes, aún un mes después y, sobre todo, cuando la rutina da un cambio tan drástico: vivimos a través de la pantalla del virus tecnológico. Estar en nuestra casa implica un reto: las caras que vemos todos los días, las personalidades y los conflictos que se evitaban hasta ahora, convergen y deben adaptarse para poder sobrellevar la situación sin añadir más presión. Estas condiciones del espíritu se pueden resumir en: desesperación, calma, preocupación, quietud y un sentido de incertidumbre y descontrol.

Esta imagen de quietud me lleva a pensar en lo que se avecina: el mundo post cuarentena con los sobrevivientes a la emergencia de salud del 2020, los héroes invisibles, los que se quedaron en sus casas porque podían, porque la vida no nos torció de sobremanera la sonrisa. ¿Qué significa eso?, ¿qué fuerte sentido de solidaridad creamos entre las tinieblas de nuestras pantallas móviles? Todos estos cuestionamientos me llevan a reconstruir un mundo: a veces soy muy idealista y me repito hasta convencerme que las cosas en el país de las maravillas marcharán de manera diferente «haremos prioridad los elementos bases de la humanidad» - me digo con ánimos de creer que es verdad -. Luego de esto, me doy una bofetada que me ubica, geográfica e históricamente, en el pesimismo y cinismo que llevo arraigado con la certeza de saber que Honduras post Covid-19, será un escenario económico – social desgarrador, para la mayoría de los habitantes en todos los niveles.

Desearía poder engañarme, saltar al charco del idealismo mágico y contemplar escenarios positivos; en un contexto donde la muerte es una amiga cercana y lo primordial es sobrevivir a todas las formas que toma. Para concluir, mi experiencia durante estas semanas de confinamiento, ha sido dura, seguramente, como la de muchos estudiantes universitarios; a pesar de todo lo que he expuesto, una parte de mi se llena de cálida gratitud hacia todas las personas cercanas (en la virtualidad): mi familia, mis amigos, a los nuevos amigos resultado de la cuarentena, a las diferentes formas de arte por hacer del encierro una pieza pequeña del rompecabezas que es el mundo ahora.

Debemos recordar esta crisis con todo lo bueno y bonito. También, lo malo y a sus actores podridos. Debemos dar voz a los vulnerables, a los silenciados por el hambre, a los que el hashtag «Honduras quédate en casa», les suena lejano a su realidad, como chiste mal contado de parte de los jueces sombríos que, poco a poco, están convirtiendo el país en una carnicería humana. Debemos recordar que decir cuarentena en Honduras tiene eco en la profunda desigualdad, en los problemas que sobrellevábamos desde una comodidad forzada y desinteresada y que, también, convive con nosotros durante este período y que solamente se hace más abismal con cada cadena nacional.