COLUMNA/Redacción: José Carlos Osorio Canales, asignatura de Sociología general 1502
Siendo sinceros, ya me esperaba que sucediera algo como lo que está sucediendo en estos momentos, en nuestro país. Esta nueva cepa del coronavirus comenzó a propagarse por toda la tierra rápidamente: era cuestión de tiempo que llegara a Honduras. Siempre he sido muy cuidadoso con mi persona y mi salud, es por eso que, por mi propia cuenta, comencé a tomar medidas de asepsia y antisepsia, dentro y fuera, de la universidad. Una vez que se anunció la suspensión de clases, el jueves 12 de marzo, regresé a Choluteca sin la esperanza de regresar a CU pronto. Justamente, el lunes 16 de marzo, que se comunicó el toque de queda absoluto para el Distrito Central, Choluteca y La Ceiba, no nos preocupamos por comida y otros artículos indispensables para el hogar, puesto que ya habíamos previsto que eso sucedería y nos preparamos para pasar quince días sin salir de la vivienda.
Una vez iniciada la cuarentena, comencé a pensar en lo mucho que la situación podría empeorar, puesto que es de saber público que el sistema de salud de nuestro país no se encuentra en el nivel que debería para combatir sin problemas al COVID-19. Pensé mucho en las personas que viven de su trabajo diario, cómo la estarían pasando al no poder salir a las calles a vender o que puedan abrir sus negocios y nadie asista, como resultado del confinamiento en que se encontraba la mayoría de la población de la ciudad de Choluteca.
Cuando comenzaron las clases, mediante el Campus Virtual, mi mente comenzó a mantenerse ocupada en presentar todos los trabajos que nos encomendaron realizar en casi todas las clases que matriculé en este primer periodo. La carga laboral fue muy elevada, sobre todo, en la clase de Biología Médica, que todas las semanas pasaba, día y noche, realizando mis asignaciones para presentar todo a tiempo y de buena calidad. Una vez que pude adaptarme a un horario de trabajo, me di cuenta de que hacía mucho que no pasaba tiempo de calidad con mi familia y, fue así, que decidí revivir esos momentos con ellos.
Llegó Semana Santa. Una semana que fue tan veloz como un rayo, pero tan confortable como un abrazo. Pude dedicar todo el tiempo de mis días a estar con mi familia durante esa semana. La semana siguiente comenzó, nuevamente, la asignación de trabajos y, fácilmente, retomé mi rutina diaria. A medida que pasaban los días, acercándonos a la fecha actual, yo iba terminando con mis asignaciones, de modo que decidí hacer un pequeño proyecto. Comencé a construir una casa para uno de los conejos que tengo en mi patio. Se trata de una linda conejita que, a muy corta edad y sin razón alguna, fue abandonada por su madre. Terminé su casa y, ahora, vive feliz dentro de ella.
Cuando supe que en la clase de Sociología General nos asignaron realizar una especie de diario personal no me agradó mucho la idea, puesto que no suelo compartir nada con nadie, máxime si no es cercano a mí. Sin embargo, al realizarlo me di cuenta que es una forma muy útil de traer recuerdos a la mente y expresar pensamientos con respecto a muchos temas, con total libertad.
La situación actual que estamos viviendo en el país nos ha distanciado físicamente de los demás. Y, fue justamente eso, lo que hizo que me diera cuenta que no he convivido lo suficiente con las personas a mi alrededor en el día a día; me he distanciado un poco de la sociedad y, desde hace ya algún tiempo, me he enfocado en mí. Y, no creo que esté mal, pero todo debe de tener un equilibrio en la vida. Asimismo, me di cuenta también que, como humanos, la mayor parte del tiempo, no valoramos todo aquello que poseemos: una familia, amigos… Dios.
No sabemos el propósito de lo que está pasando en todo el mundo con esta pandemia, pero puedo estar tranquilo al saber que el Todopoderoso sí lo conoce. La humanidad, desde hace mucho tiempo, se ha venido haciendo daño a sí misma y, creo, que es, justo por eso, que esta pandemia nos está dando una gran oportunidad para mejorar. Es preciso ver lo frágiles que somos y, es el escenario perfecto para comenzar a valorarnos más como personas y, también, a los demás.
El Confinamiento y yo… nos hemos llevado bien. Hemos aprendido mucho y, a la vez, recapacitamos sobre lo que somos y lo que debemos anhelar ser: verdaderos humanos… y con mayúsculas.
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